Comienza a manifestarse la madurez cuando sentimos que nuestra preocupación por los demás es mayor que la que sentimos por nosotros mismos.
El último tercio de la vida de Einstein estuvo marcado por su activismo en favor de la paz, signo de la poderosa evolución espiritual que experimentó tras el bombardeo de Hiroshima y Nagasaki.
Son muchos los ejemplos de personas que, en cierto momento de su vida, despiertan a la generosidad y se vuelcan en mejorar el mundo en la medida de sus posibilidades. Este fue el caso de Vicente Ferrer, fallecido en 2009. Después de formar parte de la Compañía de Jesús, creó la fundación que lleva su nombre y lucha aún por los más desfavorecidos de la India, desarrollando una labor humanitaria que beneficia a más de dos millones de personas.
Según sus propias palabras, «el corazón está partido en dos. Con una mitad, el hombre se ama a sí mismo y con la otra mitad ama a los demás. Este corazón es una guía continua. Siempre dice: “Haz el bien”. Siempre está funcionando a toda mecha. Si dentro de uno el amor a sí mismo es más grande que el amor a los demás, entonces cometerá muchos fallos». Este antiguo jesuita creía que «la acción es una oración sin palabras. La acción buena contiene todas las filosofías, todas las ideologías, todas las religiones [...] Ninguna acción buena se pierde en este mundo. En algún lugar quedará para siempre». Para Vicente Ferrer, «crees que vienes a salvar al mundo, pero a lo que vienes es a salvarte a ti mismo».
En el mismo subcontinente indio, la Madre Teresa de Calcuta murió a los 87 años tras una vida de servicio y compromiso. Fundó las Misioneras de la Caridad, congregación que brinda asistencia a miles de personas necesitadas. Fue tras su viaje a Darjeeling, en 1929, cuando tuvo una inspiración divina que la llevó a entregar toda su vida por la causa, por los desheredados del mundo.
Tanto ella como el resto de las hermanas de la congregación no solo abrazaban los votos de pobreza, castidad y obediencia, sino también el de entregarse para siempre y de forma exclusiva a los más pobres sin esperar recompensa alguna. En sus propias palabras: «A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara una gota».
Tomado del libro:
Einstein para despistados
85 soluciones atómicas para problemas
relativamente graves
Allan Percy
Fotografía de Internet