miércoles, 9 de septiembre de 2015

AMPLIANDO EL CÍRCULO DE LA COMPASIÓN


Sólo podemos reconocer lo que estamos sintiendo si nos hallamos en un espacio abierto y libre de juicios. Es únicamente en un espacio abierto, en el que ya no estamos atrapados del todo en nuestra propia versión de la realidad, donde podemos ver y escuchar y sentir quiénes son realmente los demás, lo cual nos posibilita estar con ellos y comunicarnos con ellos apropiadamente.

CUANDO HABLAMOS de compasión, generalmente nos referimos a trabajar con los que son menos afortunados que nosotros. Como tenemos una buena educación, buena salud y más oportunidades que otros, deberíamos mostrarnos compasivos hacia los que no tienen nada de esto. Pero cuando trabajamos con las enseñanzas sobre el despertar de la compasión y la ayuda a los demás, nos damos cuenta de que la acción compasiva tiene tanto que ver con el trabajo sobre nosotros mismos como con el trabajo con los demás. La acción compasiva es una de las prácticas más avanzadas, porque no hay nada más avanzado que relacionarse con los demás. No hay nada más avanzado que la comunicación, la comunicación compasiva. Relacionarse compasivamente con los demás es un desafío. Comunicar verdaderamente de corazón y estar por alguien —nuestro hijo, esposa, padre, cliente, paciente, o los sin techo de la calle— implica no cerrarnos a esa persona, y eso significa fundamentalmente no cerrarnos a nosotros mismos; significa permitirnos sentir lo que sentimos, en vez de rechazarlo. Significa aceptar todos y cada uno de nuestros aspectos, incluso aquellas partes que no nos gustan. Hacer esto requiere de apertura, lo cual en el budismo recibe a veces el nombre de «vacío»no aferrarse ni quedarse atrapado en nada. Sólo podemos reconocer lo que estamos sintiendo si nos hallamos en un espacio abierto y libre de juicios. Es únicamente en un espacio abierto, en el que ya no estamos atrapados del todo en nuestra propia versión de la realidad, donde podemos ver y escuchar y sentir quiénes son realmente los demás, lo cual nos posibilita estar con ellos y comunicarnos con ellos apropiadamente.

Hace poco estuve hablando con un hombre que ha 
estado viviendo en las calles los últimos cuatro años. 
Nadie le mira ni le habla nunca. Quizá algunas personas le 
dan algo de dinero, pero nadie le mira a los ojos y le 
pregunta cómo está. La sensación de que no existe para los 
demás, la sensación de soledad y de aislamiento es intensa. 
Él me recordó que la esencia del discurso y de la acción 
compasiva es estar ahí para los demás, sin retirarnos ante 
el horror, el miedo o la ira que podamos sentir.

Extracto del libro:
Cuando Todo Se Derrumba
Pema Chödron
Fotografía de Internet