lunes, 25 de enero de 2016

EL SABOR DEL ZEN


Minagawa Shunzaemon, un célebre poeta muy apegado a la rima y adepto del Zen, oyó hablar de un célebre maestro zen, Ikkyu, jefe del Templo de Daitoku-ji, situado en la región de los campos violetas. Quiso ser su discípulo y le hizo una visita. En la entrada del templo entablaron el diálogo.

Ikkyu preguntó:

—¿Quién es usted?

—Un budista —respondió Minagawa.

—¿De dónde viene?

—De su provincia...

—¡Ah...! ¿Y qué ha sucedido por allí en estos últimos días?

—Los cuervos graznan, los gorriones gorjean.

¿Y dónde cree usted que está ahora?

—En los campos violetas.

—¿Por qué?

—Las flores, esas glorias de la mañana... arteres, crisantemos, azafrán...

—¿Y cuándo están marchitas...,?

—Es Myiagano (un campo célebre por la belleza de sus flores en otoño).

—¿Qué sucede en ese campo?

—El río fluye, el viento lo barre.

Estupefacto al oír estas palabras que tenían el sabor del Zen, Ikkyu le condujo a su habitación y le ofreció té. Después improvisó los versos siguientes.-

Un manjar delicado quisiera servirle 

¡Ay! el Zen no puede ofrecer nada... 

Su visitante le respondió:

El espíritu que sólo puede ofrecerme nada 
es el vacío original, 

Un manjar delicado entre todos. 

Profundamente emocionado, el maestro concluyó:

¡¡¡Hijo mío, usted ha aprendido mucho!!!

Tomado del libro:
El Cuenco y el Bastón
(120 cuentos Zen)
Taisen Deshimar