En el mundo hay una isla verde en la que vive sola una vaca.
Hasta que cae la noche, se alimenta de la rica vegetación que allí crece, de manera que se pone grande y gorda. Pero, durante la noche, se queda más flaca que un alambre a causa de su inquietud, pues se pregunta sin parar: «¿Qué voy a comer mañana?».
Cuando rompe el día, los campos verdean: las hojas verdes y los cereales alcanzan la altura de un hombre.
La vaca se echa encima con hambre canina; hasta la noche, se alimenta de aquella vegetación y la devora por completo.
De nuevo se pone corpulenta, gorda y fuerte.
Luego, llegada la noche, es víctima del pánico y presa de una febril inquietud, de suerte que, por miedo a no tener forraje, enflaquece pensando: «¿ Qué voy a tener mañana para comer?».
Nunca se dice: «Durante todo este tiempo, me he alimentado de este prado y de este pasto; mi subsistencia no me ha faltado un sólo día; ¿a qué, pues, este temor y esta angustia que roe queman las entrañas?», Pues no, cuando cae la noche, la vaca gorda se vuelve flaca pensando: «¡Ay! ¡ya no tengo nada para comer!».
La vaca es el alma carnal, y el campo es el mundo en el que el alma carnal se carcome de miedo por el pan cotidiano, diciéndose: «Me pregunto qué voy a comer en el futuro: ¿dónde encontraré alimento mañana?».
Durante años has comido, nunca has estado privado de alimento: deja tranquilo el futuro, considera el pasado.
Acuérdate de lo que has tenido ya; no pienses en lo que va a ocurrir, y no te aflijas.
(Rumí, Mathnawi, V, 2855 ss.)
Tomado del libro:
EVA DE VITRAY MEYEROVITCH
75 CUENTOS SUFIES