Abrazamos nuestro cuerpo con la energía de ser conscientes para calmarlo, y podemos hacer lo mismo con nuestras formaciones mentales: «Inspirando, soy consciente de mis formaciones mentales. Espirando, soy consciente de mis formaciones mentales». En la psicología budista existen cincuenta y una formaciones mentales. Hay formaciones negativas, como la ira, los vehementes deseos y la envidia, y otras positivas, como el ser consciente y la ecuanimidad.
Cuando experimentamos una formación mental positiva, como la alegría o la compasión, hemos de inspirar y espirar para ser conscientes de la alegría y la compasión que hay en nosotros. Cuando abrazamos nuestra alegría y nuestra compasión respirando conscientemente, ambas se multiplican diez o veinte veces. La respiración consciente nos ayuda a sustentarlas durante más tiempo y a experimentarlas con mayor profundidad. Por eso es tan importante abrazar las formaciones mentales positivas como la alegría, la felicidad y la compasión cuando surjan, porque son una especie de comida que nos ayuda a crecer. Hablamos de «la alegría de la meditación como alimento diario» porque el sentimiento de alegría que surge de la meditación, de ser conscientes, nos alimenta y sustenta.
De igual modo, cuando surjan formaciones mentales negativas como la ira o la envidia, hemos de volver a nosotros mismos y abrazarlas tiernamente, calmándolas al respirar conscientemente, como una madre tranquilizaría a su afiebrado hijo. «Inspirando, tranquilizo mis formaciones mentales; espirando, tranquilizo mis formaciones mentales».
Extracto del libro:
LA IRA (El dominio del fuego interior)
Thich Nhat Hanh
Thich Nhat Hanh
Fotografía de Internet