martes, 27 de diciembre de 2016

ESTAR ALERTA


Observación 
Dios 
Encuentro 
Abandono 
Reconoci­miento 
El yo 

Mira cómo haces las cosas y siempre des­cubrirás al yo. La gente que hace plega­rias siempre mira a su alrededor. Va a una mez­quita y mira, va a un templo y mira. Si hay mu­cha gente, dice sus plegarias con fervor. Si no hay nadie que los mire, lo hacen de prisa, co­mo si la plegaria no estuviera dirigida a Dios si­no a los visitantes, a los observadores. 

Esto sucede continuamente en cualquier co­sa que haces. No disfrutas del acto, sino de las opiniones de los demás. ¿Y esto qué valor tie­ne? ¿Qué importancia tiene? ¿Para qué estás aquí? ¿Para que otros te consideren un hombre muy bueno, un hombre religioso, un medita­dor, un buscador de la verdad? La verdad pare­ce ser tan importante como que los otros digan que eres un gran buscador de la verdad. 

Obsérvate, mantente atento a lo que estás haciendo. No seas tonto y no te engañes. Es fá­cil hacerlo, pero lo divino sólo se puede produ­cir cuando desaparece esa tontería. De nada ayudará... salvo que quieras seguir acumulando hojarasca alrededor del yo. Observa todo lo que haces y mantente alerta. No sigas movién­dote como un sonámbulo y no pretendas bus­car el reconocimiento de los demás. Sólo man­tente alerta, observa y espera, y lo divino se producirá. Porque, a través de la observación, desaparecerás. Al olvidarte de los demás, te olvidarás del propio yo. 

Incluso con Dios, la gente tiene la misma relación: rezan en voz alta sólo para obtener cierto reconocimiento de lo divino. Como de esa fuente no puede provenir reconoci­miento alguno, crearon nuevas agencias intermediarias: los sacerdotes. Ellos te pueden brindar reconocimiento. Dios nunca te reconoce; Dios únicamente te reconoce cuando no estás, y éste es el problema. Por eso existen los sacer­dotes: te pueden reconocer; te pueden decir: "Sí, estás creciendo." Si en verdad estás creciendo, no hay necesidad de preguntárselo a nadie; el crecimiento hablará por sí mismo; y, aunque el mundo entero lo niegue, el crecimiento habla­rá por sí mismo. Lo sentirás, estarás satisfecho con eso y no seguirás preguntando. Dios no te reconoce; por eso, en este siglo, se ha dicho que Dios está muerto. Si no nos re­conoce, ¿cómo podría estar vivo? Debería reconocernos y únicamente entonces... 

Querríamos conservar nuestro yo hasta el mismísimo final, porque él no está allí para dar seguri­dad. Pero, salvo que te transformes en un nadie co­mo Él, no hay posibilidad de encontrarse con Él. 


Referencia:
El dios de todos (Osho)
Un camino espiritual para descubrir a Dios
Fotografía tomada de internet