jueves, 8 de diciembre de 2016

JUECES DE LA VERDAD










El que se erige en juez de la verdad y el conocimiento es desalentado por las carcajadas de los dioses.





Según explica el divulgador Eduard Punset en uno de sus artículos, nuestro cerebro hace una división automática entre «nosotros» y «ellos», utiliza la mayor parte de la energía que recibe para imaginar y predecir. Todo ello crea divisiones y límites que nos separan de los «otros», cimentando prejuicios y miedos, a partir de temores instintivos, para mantenernos alerta ante los que no forman parte de nuestra «tribu».





Estos prejuicios y fobias forman parte de nuestra cultura cotidiana. Los encontramos en los que sienten verdadera pasión por un equipo y odian al rival, hasta en quienes evitan a una persona solo por su sexo o su color de piel.





Según la biología, esta es una función natural en muchos animales y que sirve para proteger la manada y marcar territorio. En los seres humanos son sentimientos viscerales que nos hacen emitir juicios de valor, a menudo injustificadamente.






Las mismas hormonas que segregamos cuando hacemos un esfuerzo físico al competir se disparan cuando animamos a nuestro equipo. Repercuten en nosotros tanto física como psicológicamente, haciéndonos reaccionar de forma emocional.





Sin embargo, el ser humano debe aspirar a ser algo más que un animal que se guía por sus miedos e instintos.





Solo nuestra capacidad de observar, analizar y decidir con conciencia puede desvincularnos de esos impulsos que ya no tienen razón de ser en nuestra especie.









Tomado del libro:




Einstein para despistados






85 soluciones atómicas para problemas 


relativamente graves




Allan Percy


Fotografía de Internet