El pensamiento normativo se alimenta de una serie de mandatos aparentemente irrevocables (y se esconde detrás de ellos) para justificar su conformismo y evitar la entrada de lo nuevo en escena.
Tres de estas distorsiones que fomentan la resistencia al cambio:
1) resignación normativa: «Nada va a cambiar»;
2) fatalismo conformista: «El cambio no es conveniente»; y
3) baja autoeficacia: «No seré capaz de enfrentarme a lo que viene.»
FATALISMO CONFORMISTA: «EL CAMBIO NO ES CONVENIENTE»
Estas personas no niegan que el cambio sea imposible, lo que piensan es que «las cosas empeorarán si se producen cambios». Los fatalistas normativos son un estorbo para los progresistas porque ven nubarrones donde no los hay. Expertos en detectar fracasos, actúan como aves de mal agüero tratando de desmoralizar a los que sí quieren la renovación. Su estrategia preferida es el terrorismo psicológico: «¡No te muevas!», «¡no lo intentes!», «¡cuidado!», «¿y si el cambio es negativo?». Puro miedo al fracaso, a lo desconocido, a los imponderables.
Como vimos, todo cambio tiene costes y siempre habrá un balance ajuste / desajuste que es necesario manejar. Sin duda reacomodar los viejos elementos, e incorporar a la base de datos la nueva información, genera estrés e incomodidad. No obstante, la crisis que compaña al cambio suele traer más beneficios que contratiempos.
En cierta ocasión, le pedí a un paciente fatalistanormativo que me hiciera una lista de bondades e inconvenientes de un nuevo procedimiento de sistematización de datos. La lista de los aspectos favorables solamente incluyó cuatro puntos, pero la de los posibles aspectos negativos del cambio ocupaba dos páginas en las que se anticipaban todo tipo de catástrofes, incluso algunas que nada tenían que ver con la implantación de un nuevo software. De las cuarenta y ocho predicciones negativas, sólo se cumplieron dos (que se solucionaron de inmediato). Por lo demás, las consecuencias positivas fueron muchas más de las que había predicho. En realidad, el nuevo procedimiento fue un éxito total. Cuando le pedí que evaluara sus predicciones respecto a los resultados reales, me respondió: «Sí, sí, es verdad; las cosas no fueron tan horribles. Debo reconocer que tuvieron mucha suerte...»
Extracto del libro:
El arte de ser flexible
Walter Riso
Fotografía tomada de internet