lunes, 20 de marzo de 2017

PERDER LA CARRERA


Regresemos a esa maravillosa frase del Evangelio de perdernos para encontrarnos. Se encuentra en la mayoría de la literatura religiosa y en toda la literatura espiritual y mística.

¿Cómo hace uno para perderse? ¿Alguna vez trató usted de perder algo? Correcto, cuanto más esfuerzo se haga, más difícil es. Las cosas se pierden cuando no se hace esfuerzo. Usted pierde algo cuando no está consciente. Bien, ¿cómo hace uno para morirse? Estamos hablando de la muerte, no del suicidio. No nos dice que nos matemos, nos dice que muramos. Causarnos dolor, causarnos sufrimiento sería contraproducente. Uno nunca está tan lleno de sí mismo como cuando tiene dolor. Nunca está tan centrado en sí mismo como cuando está deprimido. Nunca está tan dispuesto a olvidarse de sí mismo como cuando está feliz. La felicidad lo libera de sí mismo. 

Son el sufrimiento y el dolor y la tristeza y la depresión lo que lo ata a uno a sí mismo. Observe cuán consciente está usted de su muela cuando le duele. Cuando no tiene dolor de muela, ni siquiera se da cuenta que tiene muelas, ni de que tiene cabeza, cuando no le duele la cabeza. Pero es muy diferente cuando tiene un terrible dolor de cabeza. 

De manera que es erróneo, es falso, pensar que la manera de liberarse de uno mismo es causarse dolor, ser abnegado, mortificarse, como estas cosas se entendían tradicionalmente. Negarse, morir, perderse, es comprenderse a sí mismo, comprender su verdadera naturaleza. Cuando uno haga eso, desaparecerá; se desvanecerá. Imagínense ustedes que alguien llega un día a mi alcoba. Yo le digo:

- Entre. ¿Quién es usted? 

Y él contesta:

- Yo soy Napoleón

Y yo le digo

- ¡No me diga que usted es...el Napoleón...!

Y él responde:

Precisamente: Bonaparte, el emperador de Francia

- ¡No me diga!- Exclamo mientras pienso: "Hay que tratar a éste con cuidado - Siéntese, Su majestad.

- Bien, me dicen que usted es un buen director espiritual. Tengo un problema espiritual. Estoy intranquilo, me cuesta trabajo confiar en Dios. Mire usted: Yo tengo mis tropas en Rusia, y por las noches no puedo dormir pensando cómo resultará todo.

- Bien, Su Majestad - le respondo -, ciertamente podría aconsejarle algo. Le sugiero que lea el capítulo 6 de Mateo: "Mirad los lirios del campo... ellos no trabajan ni hilan".

En este momento me pregunto quién está más loco si ese hombre o yo. Pero le sigo la corriente al loco. Eso es lo que hace el gurú sabio con usted al principio. Le sigue la corriente; toma en serio sus problemas. Le secará una o dos lágrimas. Usted está loco, pero todavía no lo sabe. Pronto llegará el momento en que el gurú le quite el piso y le diga: "Olvídese, usted no es Napoleón". En esos famosos diálogos de Santa Catalina de Siena, se dice que Dios le dijo: "Yo soy el que es; tú eres la que no es". ¿Han sentido alguna vez su no-ser? En el Oriente tenemos una imagen para esto. Es la imagen del danzarín y la danza. Se ve a Dios como el danzarín y a la creación como la danza de Dios. No es como si Dios fuera el danzarín grande, y usted fuera el danzarín pequeño. Ah, no. Usted no es un danzarín. Usted es la danza. ¿Alguna vez sintió eso? De manera que cuando el hombre recupera sus facultades mentales y se da cuenta de que no es Napoleón, no deja de existir. Sigue existiendo, pero de pronto se da cuenta de que es algo diferente de lo que él pensaba que era.

Perderse es darse cuenta de repente de que uno es algo diferente de lo que pensaba que era. Usted creía que estaba en el centro; Ahora se percibe como un satélite. Usted pensaba que era un danzarín; ahora se siente como una danza. Estas no son sólo analogías, imágenes, de manera que no las tome literalmente. Apenas le dan una pista, un indicio; son sólo señales, no lo olvide. De manera que usted no puede pedirles demasiado. No las tome demasiado literalmente.


Extracto del libro:
Despierta (charlas sobre la espiritualidad)
Anthony de Mello
Fotografía tomada de internet