jueves, 25 de mayo de 2017

MIRADA INOCENTE







Realidad 


Autenticidad 


Maya 


Mente 


Ciencia 


Meditación 


Inocencia 


Sannyas 


Moksha





Puedes llegar a lo real sólo si eres auténti­co. Si eres falso, nunca podrás acceder a lo real. Si no eres auténtico, el mundo que ves será irreal, pues lo irreal únicamente puede co­nectarse con lo irreal. Tú eres irreal; por eso el mundo es ilusorio, un maya. Si eres real, el mun­do desaparece: se vuelve divino, se vuelve real. La palabra "maya" es hermosa. Significa "aquello que puede ser medido". Maya alude a lo que puede ser medido. La mente es el fenómeno de medida: permanentemente mide co­sas, traza mapas, analiza. La mente trata de me­dirlo todo. Por eso los hindúes llaman al mun­do maya: porque es aquello que puede ser me­dido por la mente.





¿En qué consiste tu ciencia? Nada más que en medir. Los hindúes denominan a la ciencia avídya. No la llaman conocimiento, sino anticonocimiento. No es verdadero saber, porque aquello que es real no puede ser medido. Es inconmensurable, infinito: no tiene principio ni fin. Lo real es inconmensurable; lo irreal es mensurable. Y con la medida vienen la razón y la lógica. Con lo inconmensurable, la lógica cae, y cae la razón. La mente es muy hábil y as­tuta: ha creado el mundo de la ilusión.





Entonces, ¿qué es un sannyasín? No es una mente; por el contrario, es inocente. Es tan inocente como un niño recién nacido: sin pasado, sin idea del futuro. Un sannyasin, en todo momento, es un niño re­cién nacido. Éste es el proceso: en todo momento, se re­siste al pasado. Todo lo que haya pasado, lo deja de lado, lo abandona, porque es algo muerto, sólo polvo; no es ne­cesario cargar con él. Se limpia y vuelve a renovar su es­pejo. Permanentemente, limpia su espejo. Llamo medita­ción a esta limpieza.





La gente me pregunta cuándo podrá abandonar la medi­tación. Nunca serán capaces de hacerlo. Un día, cuando no estés allí, la meditación caerá. Pero no podrás deshacerte de ella, por esta necesidad de limpieza. Permanentemente te ensucias, todo el tiempo se junta polvo: así es la natura­leza de la vida. En todo momento necesitas un baño, una limpieza. Cuando no estás allí, no pasa nada: no hay pro­blema, porque no hay quien se ensucie. Pero estás allí, en­tonces la meditación debe continuar. Es un esfuerzo para mantener la inocencia.





Mira: si eres inocente, no te falta nada. Si puedes dirigir al cielo una mirada inocente, te transformas en el cielo. Con la mente, empiezas a medir. Dices que esto es hermoso, o que no es hermoso, o que hoy es un día nublado, o que mañana el cielo mejorará, o que el cielo ayer estaba más lindo. Comienzas a medir.





Pero, si eres inocente, si no eres una mente, sino un ser que mira al cielo, no hay nada que decir ni nada que pen­sar. El cielo está allí, y tú también eres como un cielo. El in­terior y el exterior se encuentran. Ambos espacios se con­vierten en uno y no hay frontera que los separe. El observa­dor se transforma en lo observado. El interior y el exterior pierden sus fronteras y se unifican.





Si contemplas un árbol con inocencia, sin una mente que elide, ¿qué sucede? El árbol y tú no son dos cosas; de algu­na manera, el árbol ha entrado en ti y tú has entrado en el árbol. Sólo entonces llegas a saber qué es un árbol. Contem­plas las estrellas, el río, una fila de pájaros volando sobre el cielo azul... Los límites siguen fusionándose. Toda diferen­cia se pierde, toda distinción se pierde. Surge la unidad. Pe­ro no es una unidad introducida por el pensamiento, no es la unidad de los filósofos, sino una unidad por completo di­ferente. No piensas que es una; de repente descubres que es una. No dices para ti que es una porque así lo indican los Upanishads, ni porque lo dicen los Vedas. Es una.





Si tienes en la mente los Vedas y los Upanisbads, no eres inocente; eres astuto. La medición se produce continuamen­te. Mides, aplicas la mente y el pensamiento, comparas. Eres hábil y astuto, pero no inteligente y, por más hábil que seas, una mente hábil es mediocre. Se requiere inteligencia. Un niño nace con inteligencia, no con habilidad. Observa al mundo con una mirada clara; su percepción es totalmente clara, sin confusiones.





Cuando digo que la inocencia es sannyas, quiero decir que tu percepción tendría que ser clara, sin pensamientos que se conviertan en obstáculos.





Deberías mirar y transformarte en la, mirada. De­berías observar, pero no tendría que haber un obser­vador manejándola por detrás de ti. Esta inocencia es posible, y sólo esta inocencia va más allá del tiem­po y el espacio. Únicamente esta inocencia llega hasta el final, llega a moksha, la libertad absoluta.









Referencia:


El dios de todos (Osho)


Un camino espiritual para descubrir a Dios


Fotografía tomada de internet