domingo, 25 de junio de 2017

EL DEDO DE ORO


Un día del tiempo pasado, en la antigua China, un ermitaño un poco mago recibió la visita de un amigo de juventud, llamado Siang-Ju. El santo monje vivía desde hacía muchos años en el corazón de la montaña profunda, por lo que recibió a su amigo con efusión y alegría. Le ofreció comida y refugio para la noche. 

Al día siguiente le dijo: 

-Siang-Ju, en recuerdo de los años de nuestra juventud, quiero hacerte un regalo. 

Y apuntando con el dedo a una gran piedra, la transformó en un bloque de oro puro. En lugar de alegrarse, su amigo conservaba un aire ceñudo. Ni siquiera le dio las gracias: 

-Monje Wei -le dijo-, he hecho un largo viaje para llegar hasta ti en el corazón de la montaña profunda. ¿Por qué iba a contentarme con un pequeño bloque de oro puro? 

El ermitaño, deseoso de complacer a su amigo de juventud, apuntó el dedo hacia un enorme peñasco y lo transformó en un bloque de oro puro. 

-Espero que estés satisfecho"-dijo riendo- y que tu asno pueda transportarlo. 

Pero Siang-Ju no sonreía y conservaba su aspecto ceñudo. 

-¿Qué deseas, pues?-preguntó el monje.

Entonces Siang-Ju, su amigo de juventud, sacó el gran cuchillo que llevaba en el cinto.

-Lo que quiero -dijo- es el dedo.


Extraído de:
La Grulla Cenicienta
Los más bellos cuentos zen
Henry Brunel
Fotografía del internet