lunes, 23 de octubre de 2017

LA EXISTENCIA ES PARADÓJICA







La existencia es paradójica. La paradoja es su esencia misma. Se manifiesta a través de los opuestos; es un equilibrio de opuestos. Y quien aprende el equilibrio logra saber lo que es la vida, lo que es la existencia, lo que es Dios. El secreto está en el equilibrio. 





Si Aristóteles hubiera tenido razón, sólo habría hombres y no habría mujeres, o sólo mujeres y ningún hombre. Si el mundo hubiera sido creado según Aristóteles, habría sólo luz y no habría oscuridad, o sólo oscuridad y no luz. Lógico: habría vida o muerte, pero no ambas. Pero la vida no se basa en la lógica aristotélica, y tiene de ambas. La vida es posible porque existen ambos, los opuestos: hombre y mujer, yin y yang, día y noche, nacimiento y muerte, amor y odio. La vida consiste en ambos. 





El amor es una especie de pelea, es una pelea. Sin esta pelea el amor no puede existir. Parece un contrasentido porque pensamos que los amantes no deberían pelear. Es lógico: si amas a alguien, cómo puedes pelear con esa persona? Es absolutamente claro y obvio para el intelecto que los amantes no deberían pelear. Pero lo hacen. Es más, son enemigos íntimos; pelean constantemente. Es en la pelea misma que se libera la energía que llamamos amor. 





Es cierto que el amor no es sólo pelea, sólo lucha; es mucho más que eso. Es también pelea, pero el amor la trasciende y la pelea no logra destruirlo. El amor sobrevive a la pelea pero no puede existir sin ella. 





Si no le impones tus conceptos a la vida, si sólo observas las cosas tal como son, descubrirás de repente que los opuestos son complementarios. La tensión entre los opuestos es la base misma sobre la cual se construye la vida; si no fuera así, desaparecería. 





Piensa en un mundo en que no exista la muerte... Te dirás: "Entonces la vida existirá eternamente", pero te equivocas. Si la muerte no existe, la vida desaparecerá. La vida no puede existir sin la muerte; la muerte le da a la vida un trasfondo, le da color y riqueza, le da pasión e intensidad. La muerte, entonces, no se opone a la vida; la muerte participa en la vida. Si quieres vivir con autenticidad, tienes que aprender a morir constantemente con autenticidad. Tienes que lograr un equilibrio entre el nacimiento y la muerte y encontrar el punto intermedio preciso. 





Esto nos resulta muy difícil de comprender porque nuestra mente ha sido educada con conceptos que no se aplican a la vida real. Piensas que una vez que has logrado la meditación ya no necesitarás nada más y dominarás la meditación. Te equivocas. La meditación no es nada estático. Es un equilibrio. Tendrás que lograrla una y otra vez. Serás cada vez más capaz de lograrla, pero no es algo que permanezca para siempre, no es una pertenencia en tus manos. Hay que conquistarla a cada momento, y sólo entonces será tuya.





La vida no cree en el descanso; es un movimiento continuo de la perfección a una mayor perfección. Me escuchas: de la perfección a una mayor perfección. Nunca hay imperfección, siempre hay perfección, pero siempre es posible una mayor perfección. 





FUENTE: OSHO:  El Hombre que Amaba las Gaviotas y Otros Relatos‘, Grupo Editorial Norma, Bogotá, 2003, ISBN 958-04-7279-3, Pag. 2