viernes, 12 de enero de 2018

EL TIRANO QUE LLEVAMOS DENTRO







La premisa es: si acorralas a un dogmático, se volverá autoritario. O dicho de otra forma: una persona rígida, cuando se siente presionada, sacará a relucir al tirano que lleva dentro.112, 113 





Hace unos años, en una prestigiosa Universidad privada hubo un incidente entre un grupo de estudiantes que asistían a una carrera técnica. Fui invitado por el vicerrector al comité disciplinario para analizar los hechos y aportar el punto de vista psicológico. El problema fue el siguiente: En la cafetería de la Universidad, a una hora de máxima asistencia, uno de los estudiantes (al cual llamaré Juan) agredió físicamente a dos de sus compañeros y les causó lesiones menores. El altercado se debió a una discusión entre un pequeño grupo «progresista» y el estudiante agresor, debido a que este último era miembro activo del Opus Dei y hacía abierto proselitismo de sus ideas. Durante los últimos dos años, había sido blanco de críticas y burlas por varios de sus compañeros y estudiantes de otros cursos. Ese día en especial, el «grupo disidente» rayó sus cuadernos, abrió su mochila y rompió unos pasquines en los que se promocionaba la imagen del líder de la organización. Uno de ellos le empujó, otro le pegó un coscorrón y finalmente Juan, que era un joven bastante corpulento, pegó a ambos. De inmediato, la gente intervino tratando de apaciguar los ánimos, hasta que las autoridades universitarias se hicieron cargo del asunto.





El vicerrector era un hombre joven, amable y bastante exitoso en su gestión. Tenía fama de ser inflexible y algo dogmático en sus ideas, pero también de ser justo y recto en sus decisiones. En la primera reunión del comité disciplinario, todo el mundo tuvo una disposición flexible y abierta. Los asistentes fueron: un profesor, una trabajadora social, el jefe de estudios, el vicerrector y yo mismo. Sin embargo, en el segundo encuentro el ambiente cambió debido a una diferencia de criterios entre el vicerrector, por un lado, y el profesor y yo por otro. El desacuerdo fue a causa del tipo de sanción propuesta por la Universidad (la directiva quería expulsar a todos los implicados). La opinión del profesor y la mía era que la expulsión era una medida exagerada y que, de alguna manera, se estaban dejando a un lado los atenuantes que podían explicar y hacer más comprensiva la reacción de Juan. Él había sido víctima de discriminación por sus ideas religiosas, independientemente de que las compartiéramos o no. ¿Había que evaluar a todos con el mismo rasero? 





El tema estaba abierto, y cada uno de los asistentes comenzó a esgrimir sus opiniones, a excepción del vicerrector, que iba adoptando, poco a poco, una posición cada vez más intransigente y agresiva frente a los que cuestionábamos la posible sanción. Tras una hora de discusión, para sorpresa de todos, y posiblemente por la incapacidad de mostrar argumentos sólidos a favor de la expulsión, el hombre explotó, golpeó la mesa con ambas manos y vociferó: «¡La decisión está tomada! ¡No aceptaremos ningún tipo de violencia! ¡Aquí no hay atenuantes ni excepciones que valgan!» Cuando el profesor y yo le respondimos que para qué nos había invitado a debatir el tema si ya tenía la decisión tomada, salió furioso y golpeó la puerta. 





Más allá de las razones ético psicológicas que planteó el problema, lo que quiero mostrar es la transformación que ocurrió en el interior del hombre cuando dos personas del grupo no estuvieron de acuerdo con él y osaron cuestionar su autoridad de manera insistente. Quizá fue mucha oposición para su mente rígida, o posiblemente pensó que nadie tenía derecho a contradecirlo. Pero lo que podemos decir con certeza es que su actitud, en apariencia pluralista, se transformó en el más burdo autoritarismo. No sólo se negó a tener en cuenta otras opiniones sobre el altercado e impuso su opinión a la fuerza, sino que además tomó represalias contra los que habíamos intentado «subvertir» el orden establecido. Al terminar el semestre, el contrato del profesor y el mío fueron rescindidos sin previo aviso ni explicación alguna. La filosofía autoritaria se mueve según un mandato altamente peligroso: «Quien no está conmigo está contra mí.»






112. Christie, R. (1993). «Some experimental approaches to 

authoritarianism: A retrospective perspective on the 


Einstellung (rigidity?) paradigm.» En Stone, W. F.; 


Lederer, G. y Christie, R. (Eds.). Strength and weakness: 


The authoritarian personality today. Nueva York: 


Spirnger-Verlag.



113. Dean, D. (2004). «A faustian pact? Political marketing 

and the authoritarian personality.» Journal of Public 


Affairs, 256-268.











Extracto del libro: 


El arte de ser flexible


Walter Riso


Fotografía tomada de internet