En las profundidades de una cueva del río Pinturas, un cazador estampó en la piedra su mano roja de sangre. El dejó su mano allí, en alguna tregua entre la urgencia de matar y el pánico de morir. Y algún tiempo después, otro cazador imprimió, junto a esa mano, su propia mano negra de tizne. Y luego otros cazadores fueron dejando en la piedra huellas de sus manos empapadas en colores que venían de la sangre y de las cenizas, de la tierra y de las flores.
Trece mil años después, cerquita del río Pinturas, en la ciudad de Perito Moreno, alguien escribe en la pared: Yo estuve aquí.
Tomado de:
Cuentos de Galeano en la Jornada
Eduardo Galeano
Fotografía de internet