Coloca un par de cojines en el suelo. Siéntate luego sobre uno de  ellos e imagina que eres un niño indefenso y vulnerable. Luego di: 
«Querido, estoy desamparado. No puedo hacer nada. Es muy  peligroso. Voy a morir. Nadie cuida de mí». Y es importante que lo  digas utilizando el mismo tipo de lenguaje que emplearía un niño. Y si  mientras estás expresándote de este modo aparecen sentimientos de  miedo, desamparo, impotencia y estrés, déjalos aflorar hasta que  puedas reconocerlos. Deja que el niño indefenso tenga tiempo para  expresarse plenamente. Esto es también muy importante. 
Siéntate, cuando hayas terminado, en el otro cojín y asume  entonces el papel del yo adulto. Imagina, mirando el cojín anterior, al niño desamparado y dile: «Escúchame. Yo soy tu yo adulto y tú ya no  eres un niño impotente. Hemos crecido y ahora somos adultos. Somos  lo suficientemente inteligentes para protegernos y sobrevivir. Ya no  necesitamos que nadie cuide de nosotros». 
Cuando trates de llevarlo a la práctica, verás que la sensación de  seguridad y confianza que anhelas no depende de que te aferres a  alguien o te distraigas continuamente. Reconocer y cuidar el miedo  interno es el primer paso para abandonarlo. 
Comprender que ahora están seguros es esencial para quienes,  en el pasado, hayan padecido abusos, miedo o dolor. Hay veces en las  que necesitamos que un amigo, un hermano, una hermana o un  maestro nos ayuden a no caer de nuevo en el pasado. Pero ahora ya  somos mayores. Ahora no solo podemos defendernos, sino que también  podemos vivir plenamente en el presente y entregarnos a los demás.
Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

