jueves, 21 de febrero de 2019

EL JACARANDÁ








En las noches, Norberto Paso acarreaba bolsas en el puerto de Buenos Aires, y en los días levantaba la casa. Esta casa la hicieron juntos, Blanca y él. Blanca le subía los ladrillos y los baldes de mezcla y las paredes crecían en torno al patio de tierra. Ellos eran muy jóvenes, se reían de cualquier cosa, nunca se aburrían de mirarse. 





La casa estaba a medio hacer cuando Blanca trajo un jacarandá del mercado. Era un árbol chiquito, ella había pagado un platal. Norberto se agarró la cabeza. 





—Estás loca —dijo, y la ayudó a plantarlo. 





Cuando terminaron la casa, Blanca murió. 





Ahora han pasado los años, y Norberto sale poco. Una vez por semana se va al centro, a protestar porque la jubilación es una mierda que no alcanza ni para pagar la soga donde colgarse. Cuando Norberto regresa, tarde en la noche, el jacarandá lo está esperando. Frondoso de flores de cielo profundo, el jacarandá lo espera despierto, para que él le cuente.









Tomado de:


Cuentos de Galeano en la Jornada


Eduardo Galeano


Fotografía de internet