domingo, 31 de marzo de 2019
viernes, 29 de marzo de 2019
TAO TE KING: PRINCIPIO 51
El SENTIDO, engendra.
La VIDA, nutre.
El entorno, moldea.
Las influencias, pulimentan.
Todos los seres veneran el SENTIDO
y aprecian la VIDA.
Y lo hacen sin estímulos externos, espontáneamente.
Así, el SENTIDO engendra, y la VIDA,
nutre, alienta,
cuida, perfecciona,
cubre y ampara.
Extracto del libro:
Lao-Tsé
Tao Te King
Fotografía tomada de internet
TAO TE KING: PRINCIPIO 51
El SENTIDO, engendra.
La VIDA, nutre.
El entorno, moldea.
Las influencias, pulimentan.
Todos los seres veneran el SENTIDO
y aprecian la VIDA.
Y lo hacen sin estímulos externos, espontáneamente.
Así, el SENTIDO engendra, y la VIDA,
nutre, alienta,
cuida, perfecciona,
cubre y ampara.
Extracto del libro:
Lao-Tsé
Tao Te King
Fotografía tomada de internet
jueves, 28 de marzo de 2019
LA BOTELLA
En la mañana de su desdicha, Jorge Pérez se echó a caminar. Caminó sin saber por qué, sin saber a dónde, obedeciendo a sus piernas, que estaban más vivas que él y se movían sin consultarlo.
Aquella mañana, Jorge se había quedado sin trabajo. En un santiamén, y sin explicaciones, había sido echado de su empleo de muchos años en la refinería de petróleo. Y al llegar a casa había recibido carta de su único hijo, que era toda la familia que le quedaba. El hijo le decía que se sentía de lo más bien navegando en alta mar y no pensaba volver.
Sin nada, sin nadie, Jorge se echó a caminar a la hora en que nada ni nadie hace sombra en el mundo. Bajo el sol vertical, las piernas lo fueron llevando a lo largo de la costa sur de Puerto Rosales. Y por allí andaba, mirando sin ver, cuando le golpeó los ojos el fulgor de una botella atrapada entre los juncos. Jorge se agachó en el barro y la recogió. Era una botella de vino, pero no era vino lo que tenía adentro. En la botella, cerrada con tapón y lacre, había papeles. No hay dos sin tres, temió Jorge, pero más pudo la curiosidad. Rompió el pico contra una piedra y encontró unos dibujos, algo borroneados por el agua que se había filtrado. Eran dibujos de soles y gaviotas, soles que volaban, gaviotas que brillaban. También había una carta, que había venido desde Bahía Blanca navegando por el mar y estaba dirigida a quien encuentre este mensaje:
Hola, soy Martín. Yo tengo ocho anios. A mí me gustan los nioqis, los huebos fritos y el color berde. A mí me gusta dibujar. Yo busco un amigo por los caminos del agua.
Tomado de:
Cuentos de Galeano en la Jornada
Eduardo Galeano
Fotografía de internet
LA BOTELLA
En la mañana de su desdicha, Jorge Pérez se echó a caminar. Caminó sin saber por qué, sin saber a dónde, obedeciendo a sus piernas, que estaban más vivas que él y se movían sin consultarlo.
Aquella mañana, Jorge se había quedado sin trabajo. En un santiamén, y sin explicaciones, había sido echado de su empleo de muchos años en la refinería de petróleo. Y al llegar a casa había recibido carta de su único hijo, que era toda la familia que le quedaba. El hijo le decía que se sentía de lo más bien navegando en alta mar y no pensaba volver.
Sin nada, sin nadie, Jorge se echó a caminar a la hora en que nada ni nadie hace sombra en el mundo. Bajo el sol vertical, las piernas lo fueron llevando a lo largo de la costa sur de Puerto Rosales. Y por allí andaba, mirando sin ver, cuando le golpeó los ojos el fulgor de una botella atrapada entre los juncos. Jorge se agachó en el barro y la recogió. Era una botella de vino, pero no era vino lo que tenía adentro. En la botella, cerrada con tapón y lacre, había papeles. No hay dos sin tres, temió Jorge, pero más pudo la curiosidad. Rompió el pico contra una piedra y encontró unos dibujos, algo borroneados por el agua que se había filtrado. Eran dibujos de soles y gaviotas, soles que volaban, gaviotas que brillaban. También había una carta, que había venido desde Bahía Blanca navegando por el mar y estaba dirigida a quien encuentre este mensaje:
Hola, soy Martín. Yo tengo ocho anios. A mí me gustan los nioqis, los huebos fritos y el color berde. A mí me gusta dibujar. Yo busco un amigo por los caminos del agua.
Tomado de:
Cuentos de Galeano en la Jornada
Eduardo Galeano
Fotografía de internet
miércoles, 27 de marzo de 2019
martes, 26 de marzo de 2019
lunes, 25 de marzo de 2019
MIS ACTOS SON MI CONTINUACIÓN
He heredado los resultados de los actos de mi cuerpo, de mi habla y de mi mente.
Mis actos son mi continuación
El quinto recuerdo nos indica que lo único que sigue con nosotros al morir son nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestras acciones, es decir, nuestro karma. «Inspiro y sé que solo llevo conmigo mis pensamientos, mis palabras y mis acciones. Espiro, y conmigo solo van mis acciones». Todos los pensamientos que has pensado, todas las palabras que has pronunciado y todas las acciones que has llevado a cabo con tu cuerpo son tu karma, tu continuación.
Atrás queda todo lo demás.
Pero no estamos hablando aquí de que heredes las posesiones de tus padres, sino los frutos de tus acciones. Lo que pensamos, decimos y hacemos se denomina karma, un término sánscrito que significa «acción». Lo que hacemos, decimos y pensamos prosigue y tiene sus consecuencias más allá del acto. Y poco importa que esa herencia nos guste o nos desagrade, porque esa es una herencia irrenunciable. Detrás dejamos nuestras pertenencias y a nuestros seres queridos, pero es imposible renunciar a nuestro karma, porque el fruto de nuestras acciones siempre nos seguirá. No podemos escapar al karma, no podemos decir: «¡No! ¡No puedes seguirme!». El karma es el fundamento sobre el cual nos erigimos. Solo tenemos un fundamento, que es el karma. No tenemos otro. Nos guste o nos desagrade, estamos condenados a recoger el fruto de nuestras acciones.
Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet
MIS ACTOS SON MI CONTINUACIÓN
He heredado los resultados de los actos de mi cuerpo, de mi habla y de mi mente.
Mis actos son mi continuación
El quinto recuerdo nos indica que lo único que sigue con nosotros al morir son nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestras acciones, es decir, nuestro karma. «Inspiro y sé que solo llevo conmigo mis pensamientos, mis palabras y mis acciones. Espiro, y conmigo solo van mis acciones». Todos los pensamientos que has pensado, todas las palabras que has pronunciado y todas las acciones que has llevado a cabo con tu cuerpo son tu karma, tu continuación.
Atrás queda todo lo demás.
Pero no estamos hablando aquí de que heredes las posesiones de tus padres, sino los frutos de tus acciones. Lo que pensamos, decimos y hacemos se denomina karma, un término sánscrito que significa «acción». Lo que hacemos, decimos y pensamos prosigue y tiene sus consecuencias más allá del acto. Y poco importa que esa herencia nos guste o nos desagrade, porque esa es una herencia irrenunciable. Detrás dejamos nuestras pertenencias y a nuestros seres queridos, pero es imposible renunciar a nuestro karma, porque el fruto de nuestras acciones siempre nos seguirá. No podemos escapar al karma, no podemos decir: «¡No! ¡No puedes seguirme!». El karma es el fundamento sobre el cual nos erigimos. Solo tenemos un fundamento, que es el karma. No tenemos otro. Nos guste o nos desagrade, estamos condenados a recoger el fruto de nuestras acciones.
Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet
domingo, 24 de marzo de 2019
RECUERDOS QUE DEJAN HUELLA
No se me olvidará un día en que... Hay cosas que no tienen lógica ni importancia pero que permanecen en el recuerdo. No comprendes la razón, porque han ocurrido miles de cosas mucho más importantes, mucho más significativas, y se te han olvidado. Pero unas cuantas cosas insignificantes... No sabes por qué, pero permanecen, te dejan huella.
Yo recuerdo una cosa así. Volvía a casa después del colegio, que estaba como a un kilómetro y medio de distancia. A mitad de camino había un enorme árbol bodhi. Pasaba junto a ese árbol todos los días, al menos cuatro veces: al ir al colegio, al volver a casa para comer, después otra vez al ir al colegio y otra vez al volver a casa. Había pasado junto al árbol miles de veces, pero ese día ocurrió algo.
Hacía mucho calor, y al aproximarme al árbol iba sudando. Al pasar bajo el árbol hacía tanto fresco que me quedé allí un rato, sin saber por qué, sin pensarlo. Me acerqué al tronco, me senté y lo toqué. No puedo explicar qué ocurrió pero me sentí inmensamente feliz, como si algo transpirase entre el árbol y yo. El frescor no podía ser la causa, porque había pasado muchas veces bajo el frescor del árbol mientras iba sudando. También me había detenido allí alguna vez, pero hasta entonces no se me había ocurrido tocar el tronco y sentarme como cuando te encuentras con un viejo amigo.
Ese momento sigue brillando como una estrella. En mi vida han ocurrido muchas cosas, pero la intensidad de ese momento no ha disminuido: aún la conservo. Siempre que lo recuerdo sigue ahí. Ni ese día comprendí con claridad lo que había ocurrido ni hoy puedo decirlo, pero algo ocurrió. Y a partir de ese día se estableció una relación con el árbol que no había notado hasta entonces, ni siquiera con un ser humano. Me hice más amigo de ese árbol que de nadie en el mundo. Para mí se convirtió en una costumbre: siempre que pasaba junto al árbol, me sentaba durante unos segundos o unos minutos y acariciaba el tronco.
Aún lo veo, ese algo que iba desarrollándose entre nosotros.
El día que acabé el colegio y me trasladé a otra ciudad para entrar en la universidad, me despedí de mi padre, de mi madre, de mis tíos y de toda mi familia, sin llorar. Nunca he sido de los que lloran con facilidad.
Pero ese mismo día lloré al despedirme del árbol bodhi. Sigue siendo como un faro. Y mientras lloraba, tuve la absoluta certeza de que el árbol tenía lágrimas en los ojos, aunque yo no podía ver ni sus ojos ni sus lágrimas. Pero sí podía sentir... Cuando acaricié el tronco del árbol noté su tristeza, y que me decía adiós, que me daba su bendición. Y fue mi último encuentro con él, porque cuando volví, al cabo de un año, por alguna absurda razón lo habían derribado y se lo habían llevado.
La absurda razón era que estaban erigiendo una pequeña columna conmemorativa, en el sitio más bonito del centro de la ciudad. Era para un idiota con suficiente dinero como para ganar todas las elecciones y ser presidente del comité municipal. Llevaba de presidente al menos treinta y cinco años, más tiempo del que nadie había durado como presidente.
Todo el mundo estaba encantado de que fuera presidente por su idiotez; podías hacer lo que quisieras, que él no se metía. Podías edificar tu casa en mitad de la calle; a él le daba igual con tal de que lo votaras. Así que toda la ciudad estaba encantada con él porque todos tenían esa libertad.
Los miembros del comité municipal, los empleados, todos estaban contentos con él. Todos querían que siguiera siendo presidente eternamente, pero por suerte, incluso los idiotas tienen que morir. Sin embargo su muerte fue una desgracia porque buscaron un sitio para erigirle una columna conmemorativa y talaron el árbol. Ahora hay una piedra de mármol en lugar de un árbol vivo.
Bibliografía:
Alegría: Osho
Fotografía tomada de internet
RECUERDOS QUE DEJAN HUELLA
No se me olvidará un día en que... Hay cosas que no tienen lógica ni importancia pero que permanecen en el recuerdo. No comprendes la razón, porque han ocurrido miles de cosas mucho más importantes, mucho más significativas, y se te han olvidado. Pero unas cuantas cosas insignificantes... No sabes por qué, pero permanecen, te dejan huella.
Yo recuerdo una cosa así. Volvía a casa después del colegio, que estaba como a un kilómetro y medio de distancia. A mitad de camino había un enorme árbol bodhi. Pasaba junto a ese árbol todos los días, al menos cuatro veces: al ir al colegio, al volver a casa para comer, después otra vez al ir al colegio y otra vez al volver a casa. Había pasado junto al árbol miles de veces, pero ese día ocurrió algo.
Hacía mucho calor, y al aproximarme al árbol iba sudando. Al pasar bajo el árbol hacía tanto fresco que me quedé allí un rato, sin saber por qué, sin pensarlo. Me acerqué al tronco, me senté y lo toqué. No puedo explicar qué ocurrió pero me sentí inmensamente feliz, como si algo transpirase entre el árbol y yo. El frescor no podía ser la causa, porque había pasado muchas veces bajo el frescor del árbol mientras iba sudando. También me había detenido allí alguna vez, pero hasta entonces no se me había ocurrido tocar el tronco y sentarme como cuando te encuentras con un viejo amigo.
Ese momento sigue brillando como una estrella. En mi vida han ocurrido muchas cosas, pero la intensidad de ese momento no ha disminuido: aún la conservo. Siempre que lo recuerdo sigue ahí. Ni ese día comprendí con claridad lo que había ocurrido ni hoy puedo decirlo, pero algo ocurrió. Y a partir de ese día se estableció una relación con el árbol que no había notado hasta entonces, ni siquiera con un ser humano. Me hice más amigo de ese árbol que de nadie en el mundo. Para mí se convirtió en una costumbre: siempre que pasaba junto al árbol, me sentaba durante unos segundos o unos minutos y acariciaba el tronco.
Aún lo veo, ese algo que iba desarrollándose entre nosotros.
El día que acabé el colegio y me trasladé a otra ciudad para entrar en la universidad, me despedí de mi padre, de mi madre, de mis tíos y de toda mi familia, sin llorar. Nunca he sido de los que lloran con facilidad.
Pero ese mismo día lloré al despedirme del árbol bodhi. Sigue siendo como un faro. Y mientras lloraba, tuve la absoluta certeza de que el árbol tenía lágrimas en los ojos, aunque yo no podía ver ni sus ojos ni sus lágrimas. Pero sí podía sentir... Cuando acaricié el tronco del árbol noté su tristeza, y que me decía adiós, que me daba su bendición. Y fue mi último encuentro con él, porque cuando volví, al cabo de un año, por alguna absurda razón lo habían derribado y se lo habían llevado.
La absurda razón era que estaban erigiendo una pequeña columna conmemorativa, en el sitio más bonito del centro de la ciudad. Era para un idiota con suficiente dinero como para ganar todas las elecciones y ser presidente del comité municipal. Llevaba de presidente al menos treinta y cinco años, más tiempo del que nadie había durado como presidente.
Todo el mundo estaba encantado de que fuera presidente por su idiotez; podías hacer lo que quisieras, que él no se metía. Podías edificar tu casa en mitad de la calle; a él le daba igual con tal de que lo votaras. Así que toda la ciudad estaba encantada con él porque todos tenían esa libertad.
Los miembros del comité municipal, los empleados, todos estaban contentos con él. Todos querían que siguiera siendo presidente eternamente, pero por suerte, incluso los idiotas tienen que morir. Sin embargo su muerte fue una desgracia porque buscaron un sitio para erigirle una columna conmemorativa y talaron el árbol. Ahora hay una piedra de mármol en lugar de un árbol vivo.
Bibliografía:
Alegría: Osho
Fotografía tomada de internet
sábado, 23 de marzo de 2019
viernes, 22 de marzo de 2019
jueves, 21 de marzo de 2019
LA VERDADERA FELICIDAD
En este mundo, toda criatura viva, humana o animal, se esfuerza en encontrar la felicidad, pero esto no es más que un remedio a la miseria y al sufrimiento, y aunque el hombre sea la única criatura capaz de discriminar el bien del mal, ignora lo que es la verdadera felicidad.
El ciervo que, víctima de un espejismo, ha corrido todo el día para encontrar agua, se siente infeliz cuando se pone el sol. De igual forma, el hombre lucha toda su vida por conseguir una felicidad ilusoria antes de morir con sufrimiento. Todos los seres humanos creen poder alcanzar la felicidad gracias a personas o a objetos exteriores, pero es en vano. Un perro, por ejemplo, puede obstinarse con un hueso, hasta el punto de hacerse sangre en las encías, pero, por lo menos, quedará satisfecho del gusto de su propia sangre. Es totalmente imposible alcanzar la felicidad por medio de personas o de objetos exteriores, y el mismo hecho de buscarla en el exterior, nos demuestra claramente que no es la verdadera felicidad.
¿Por qué buscar en el exterior lo que está en nosotros? "La felicidad se encuentra en el interior de sí mismo", yo lo he comprendido gracias a mi maestro Sri Siddharameshwar Maharaj, el más gran sabio, poco conocido, de nuestro tiempo. El siempre deseó que los hombres fueran felices, pero él no enseñó más que a los que se consagraban a él, pues nunca buscó la celebridad. La presencia del Ser es la única felicidad y alegría auténtica que brota del interior.
Me inclinaré ante mi maestro mientras viva y por su gracia, me permito decir que mostraré el camino a todos los que deseen alcanzar este conocimiento.
Ranjit Maharaj
Extracto tomado del libro:
Sri Siddharameshwar Maharaj
La llave de la realización del ser
Imágenes tomadas de internet
LA VERDADERA FELICIDAD
En este mundo, toda criatura viva, humana o animal, se esfuerza en encontrar la felicidad, pero esto no es más que un remedio a la miseria y al sufrimiento, y aunque el hombre sea la única criatura capaz de discriminar el bien del mal, ignora lo que es la verdadera felicidad.
El ciervo que, víctima de un espejismo, ha corrido todo el día para encontrar agua, se siente infeliz cuando se pone el sol. De igual forma, el hombre lucha toda su vida por conseguir una felicidad ilusoria antes de morir con sufrimiento. Todos los seres humanos creen poder alcanzar la felicidad gracias a personas o a objetos exteriores, pero es en vano. Un perro, por ejemplo, puede obstinarse con un hueso, hasta el punto de hacerse sangre en las encías, pero, por lo menos, quedará satisfecho del gusto de su propia sangre. Es totalmente imposible alcanzar la felicidad por medio de personas o de objetos exteriores, y el mismo hecho de buscarla en el exterior, nos demuestra claramente que no es la verdadera felicidad.
¿Por qué buscar en el exterior lo que está en nosotros? "La felicidad se encuentra en el interior de sí mismo", yo lo he comprendido gracias a mi maestro Sri Siddharameshwar Maharaj, el más gran sabio, poco conocido, de nuestro tiempo. El siempre deseó que los hombres fueran felices, pero él no enseñó más que a los que se consagraban a él, pues nunca buscó la celebridad. La presencia del Ser es la única felicidad y alegría auténtica que brota del interior.
Me inclinaré ante mi maestro mientras viva y por su gracia, me permito decir que mostraré el camino a todos los que deseen alcanzar este conocimiento.
Ranjit Maharaj
Extracto tomado del libro:
Sri Siddharameshwar Maharaj
La llave de la realización del ser
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miércoles, 20 de marzo de 2019
EL HOMBRE AFECTIVAMENTE ESTRUCTURADO
Aunque hay muchísimos estilos afectivos masculinos, y aunque algunos pueden llegar a superponerse para crear subtipos, señalaré los que considero más importantes frente al impedimento que genera la oposición a lo femenino.
6. El hombre afectivamente estructurado
Este varón ha logrado diferenciarse, sin apegarse y sin crear antagonismos y rivalidades enfermizas con las mujeres. No le teme a la mujer que hay afuera, ni a la que hay adentro. Su estilo afectivo con el sexo opuesto está determinado por un distanciamiento equilibrado, sin odios (hombre agresivo) ni indiferencias (hombre esquizoide), y por un acercamiento sin miedos irracionales (hombre apegado) ni antiguas culpas (hombre sumiso). El hombre estructurado no se somete porque se respeta a sí mismo, ni genera violencia porque respeta a los demás. Sabe qué debe negociar y qué no. No es un dechado de virtudes, pero es capaz de amar. Este nuevo varón no está fraccionado, no se mueve en el incesante vaivén del conflicto atracción-repulsión, ve el dilema, lo admite e intenta superarlo. Sabe que aunque su masculinidad surja de lo femenino, tiene timón propio y un rumbo personal y específico. Entiende que la separación infantil de lo femenino es simplemente el inicio de un proceso para seguir creciendo como hombre.
Reconoce que al atacar lo femenino está violentado una parte muy importante de sí mismo, pero también tiene claro que el hombre blando es un ropaje prestado de dudosa procedencia, que no le queda bien.
Al contrario del machista, que elimina por decreto lo femenil, el varón emocionalmente reconciliado ama su lado femenino, lo cuida, lo incluye en su vida cotidiana y deja que se manifieste cuando así se requiera. De acuerdo con la demanda, puede ser tan maternal como la mujer más tierna o tan furioso como el más bravo de los guerreros, pero luego, cuando la situación se restablece, regresa tranquilamente a su nivel basal y a la potencialidad mixta del ying y el yang que su masculinidad le permita. Al sanarse internamente, no debe hacer demasiados esfuerzos para acomodarse al amor, sólo deja que éste ocurra y se manifieste.
Cuando suelo hablar de este hombre afectivamente estructurado, la respuesta inmediata de algunas escépticas damas es: "¡A verlo!", como diciendo, "No creo que existan" o "Nunca he conocido uno". Sin embargo, y por fortuna, estas mujeres se equivocan. Aunque no hay muchos, el nuevo varón afectivo, libre de oposición negativa a lo femenino, existe. Pero como resulta evidente, estos hombres no duran mucho en el mercado interpersonal ya que son rápidamente detectados por las consumidoras afectivas. Cada día hay más hombres que se acercan a su lado femenino de manera sana e intentan amar de manera conciliadora. Cada día hay más hombres que aceptan participar en grupos de reflexión masculina, donde se profundiza y estudia con seriedad su papel social y afectivo.
El hombre afectivamente estructurado no es un invento, una fantasía o un deseo futurista para el año 3000: existe hoy. En este preciso instante, en el aquí y el ahora, infinidad de jóvenes están tomando como suyas las premisas de una paz generacional con el sexo opuesto. El advenimiento de esta masculinidad amorosa ya es imparable. Ésa es la verdad.
Que algunas personas no lo vean, es otro cantar. Quizá, ciertas mujeres puedan estar sesgando la información a favor de algún esquema maladaptativo, siendo víctimas de hombres no aptos para el amor, respondiendo a viejas experiencias afectivas negativas, visitando lugares inapropiados o simplemente no creando las condiciones adecuadas para que estos reconciliados y pacíficos varones se les acerquen. Es importante no generalizar lo negativo. El dicho popular cuasi feminista: "Todos los hombres son iguales", además de ser estadísticamente erróneo, parecería mostrar que en el fondo muchas mujeres son marxistas sin saberlo. Duela a quien le duela, hay hombres que han hecho las paces con su feminidad original. Y aunque no resaltan con claridad entre la multitud, están ahí. Podemos ser escépticos, pesimistas crónicos o simplemente no creer, pero como ocurre con las brujas: "Que los hay, los hay".
Extracto tomado del libro:
Intimidades masculinas
Walter Riso
Imágenes tomadas de internet
EL HOMBRE AFECTIVAMENTE ESTRUCTURADO
Aunque hay muchísimos estilos afectivos masculinos, y aunque algunos pueden llegar a superponerse para crear subtipos, señalaré los que considero más importantes frente al impedimento que genera la oposición a lo femenino.
6. El hombre afectivamente estructurado
Este varón ha logrado diferenciarse, sin apegarse y sin crear antagonismos y rivalidades enfermizas con las mujeres. No le teme a la mujer que hay afuera, ni a la que hay adentro. Su estilo afectivo con el sexo opuesto está determinado por un distanciamiento equilibrado, sin odios (hombre agresivo) ni indiferencias (hombre esquizoide), y por un acercamiento sin miedos irracionales (hombre apegado) ni antiguas culpas (hombre sumiso). El hombre estructurado no se somete porque se respeta a sí mismo, ni genera violencia porque respeta a los demás. Sabe qué debe negociar y qué no. No es un dechado de virtudes, pero es capaz de amar. Este nuevo varón no está fraccionado, no se mueve en el incesante vaivén del conflicto atracción-repulsión, ve el dilema, lo admite e intenta superarlo. Sabe que aunque su masculinidad surja de lo femenino, tiene timón propio y un rumbo personal y específico. Entiende que la separación infantil de lo femenino es simplemente el inicio de un proceso para seguir creciendo como hombre.
Reconoce que al atacar lo femenino está violentado una parte muy importante de sí mismo, pero también tiene claro que el hombre blando es un ropaje prestado de dudosa procedencia, que no le queda bien.
Al contrario del machista, que elimina por decreto lo femenil, el varón emocionalmente reconciliado ama su lado femenino, lo cuida, lo incluye en su vida cotidiana y deja que se manifieste cuando así se requiera. De acuerdo con la demanda, puede ser tan maternal como la mujer más tierna o tan furioso como el más bravo de los guerreros, pero luego, cuando la situación se restablece, regresa tranquilamente a su nivel basal y a la potencialidad mixta del ying y el yang que su masculinidad le permita. Al sanarse internamente, no debe hacer demasiados esfuerzos para acomodarse al amor, sólo deja que éste ocurra y se manifieste.
Cuando suelo hablar de este hombre afectivamente estructurado, la respuesta inmediata de algunas escépticas damas es: "¡A verlo!", como diciendo, "No creo que existan" o "Nunca he conocido uno". Sin embargo, y por fortuna, estas mujeres se equivocan. Aunque no hay muchos, el nuevo varón afectivo, libre de oposición negativa a lo femenino, existe. Pero como resulta evidente, estos hombres no duran mucho en el mercado interpersonal ya que son rápidamente detectados por las consumidoras afectivas. Cada día hay más hombres que se acercan a su lado femenino de manera sana e intentan amar de manera conciliadora. Cada día hay más hombres que aceptan participar en grupos de reflexión masculina, donde se profundiza y estudia con seriedad su papel social y afectivo.
El hombre afectivamente estructurado no es un invento, una fantasía o un deseo futurista para el año 3000: existe hoy. En este preciso instante, en el aquí y el ahora, infinidad de jóvenes están tomando como suyas las premisas de una paz generacional con el sexo opuesto. El advenimiento de esta masculinidad amorosa ya es imparable. Ésa es la verdad.
Que algunas personas no lo vean, es otro cantar. Quizá, ciertas mujeres puedan estar sesgando la información a favor de algún esquema maladaptativo, siendo víctimas de hombres no aptos para el amor, respondiendo a viejas experiencias afectivas negativas, visitando lugares inapropiados o simplemente no creando las condiciones adecuadas para que estos reconciliados y pacíficos varones se les acerquen. Es importante no generalizar lo negativo. El dicho popular cuasi feminista: "Todos los hombres son iguales", además de ser estadísticamente erróneo, parecería mostrar que en el fondo muchas mujeres son marxistas sin saberlo. Duela a quien le duela, hay hombres que han hecho las paces con su feminidad original. Y aunque no resaltan con claridad entre la multitud, están ahí. Podemos ser escépticos, pesimistas crónicos o simplemente no creer, pero como ocurre con las brujas: "Que los hay, los hay".
Extracto tomado del libro:
Intimidades masculinas
Walter Riso
Imágenes tomadas de internet
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