La conquista sexual masculina:
un desgaste agotador
1. La conquista del macho en el mundo animal
Por alguna razón todavía no identificada por los biólogos, el ciclo reproductivo en la naturaleza ha sido organizado de una manera especialmente exigente para los machos. En todas las especies animales la actividad sexual requiere de una inversión de tiempo y esfuerzo sorprendente, que: muchas veces es nefasta para la propia supervivencia. Es realmente impresionante ver el gasto competitivo, ya sea intimidando a los rivales o persuadiendoa las hembras, al cual deben recurrir los machos para cumplir su designio reproductor. Parecería que en toda la escala zoológica la misión del sexo masculino es la misma: reproduccción a cualquier precio. Algunos ejemplos hablan por sí solos.
Se ha encontrado que los carneros montañeses de cuernos más largos son sexualmente más exitosos, pero este éxito tiene un costo: mueren más jóvenes. Los investigadores han demostrado que la causa de su muerte prematura se debe al gasto que ocasiona tener que estar defendiendo constantemente a sus hembras de otros machos. Esta "defensa del harén" elimina gran parte de las reservas de grasa necesarias para sobrevivir en el invierno y, por lo tanto, envejecen o fallecen antes que aquellos carneros de cuernos más pequeños. Parecería que en el reino animal los "cuernos" también son un problema.
La exhibición sexual del ave del paraíso de Nueva Guinea consiste en fabricar un paisaje completo para atraer a las hembras. Primero limpia un tronco grueso y fuerte, luego teje a su alrededor una especie de manta y la decora con flores, alas de escarabajos fosforescentes y frutos. Después hace un techo de un metro de largo y una ventana donde pueda ser observado desde afuera por las interesadas. Para darle un toque de distinción a la construcción, coloca un tapete de musgo a la entrada, que adorna nuevamente con frutos y flores. Para terminar, rodea todo el lugar con una cerca pequeña. Cuesta creer que toda esta inversión de recursos esté destinada exclusivamente a la conquista. Claro que el saltamontes americano común no está mejor que digamos, ya que su forma de cortejar consta de un especie de baile de dieciocho posiciones diferentes, más complicado que la salsa y el tango arrabalero juntos. Y la razón, una vez más, es definitiva: cuanto mejor ejecute su danza, más novias tendrá.
La regla está definida como sigue: mientras las hembras muestran un mayor grado de eficiencia y distribución adaptativa de sus recursos básicos de supervivencia, los machos hacen gala de un despilfarro lamentable y de unas extravagancias seductoras poco prácticas y, en muchos casos, peligrosas. ¿Por qué es así?
Según los expertos, el ciclo reproductivo está definitivamente monopolizado por las hembras y, por lo tanto, a los machos les toca competir por sus favores, incluso cuando el número de hembras es mayor. Y esto no es machismo, sino hembrismo. Toda la estructura biológica animal gira alrededor de un desfase de apetencias sexuales, donde el poder está concentrado en quien menos necesite sexualmente al otro. Hapgood dice al respecto: "Todo esto [la competencia por las hembras en el mundo animal] parece una imagen muy directa de un sistema bastante común donde las hembras son todas altamente deseables por igual a los machos, y todos los machos uniformemente poco interesantes para la hembras".
En casi todos los cortejos de apareamiento, el macho debe rivalizar para obtener los encantos femeninos. Ya se trate del secuestro de la hembra, como ocurre con la abeja de la arena, de la lucha agresiva y directa que utiliza la serpiente no venenosa, del llamar la atención de manera incansable como lo hace el salmón, de la definición de territorios de exhibición masculina, como ocurre en millones de las libélulas machos, o del derecho de residencia que demarca el león, siempre hay que generar algún tipo de confrontación de género. Peleamos y nos matamos por ellas. Incluso los espermatozoides compiten. De doscientos millones de células espermáticas, sólo triunfa una. El óvulo los llama químicamente, los seduce, los atrae hasta que queden unos cuantos: los más aptos. Por último, con el poder que le confiere la naturaleza, el óvulo decide quién es el donante.
Los machos braman, chillan, corretean, saltan, lanzan destellos, gritan, aúllan, bailan, corren, hacen cualquier cosa con tal de ganarse el derecho a la reproducción sexual. Es tanto el apremio, que algunas especies han creado métodos indirectos para salvar su honor y, de todas maneras, procrearse. Por ejemplo, ciertas sabandijas insertan su propio esperma en el conducto espermático de otros machos, para garantizar así que sus genes sean transmitidos: un acto sexual indirecto. Algunos gusanos parásitos, después de aparearse, sellan el tracto genital de la hembra con una secreción coagulante, creando un verdadero cinturón de castidad bioquímico. En cierto tipo de moscas, el macho suelda, por así decirlo, sus genitales con los de la hembra, para no ser removidos jamás. La lista de estratagemas que utilizan los machos para competir sexualmente entre sí, es interminable; y todo por las hembras, por el placer de fabricar vida en ellas.
Extracto tomado del libro:
Intimidades masculinas
Walter Riso
Imágenes tomadas de internet