viernes, 3 de abril de 2020

EL FILO DE LA ESPADA


Cuando Mohammed Alp Ulug Harezmshah hubo tomado por asalto la ciudad de Sebsvar, los ciudadanos imploraron su piedad: 

«¡Oh, sha! Somos tus servidores. Perdónanos la vida y pagaremos el tributo que exijas. ¡Perdónanos la vida aunque no sea más que por unos días!». 

El sultán les respondió: 

«Hay entre vosotros un hombre llamado Abu Bekr. Mientras no me lo hayáis traído, vuestra vida sólo penderá de un hilo. Si fracasáis, ¡os pasaré a todos a cuchillo!». 

Un hombre trajo entonces una bolsa de oro y dijo: 

«¡No nos pidas tal cosa pues, en nuestra ciudad, no existe nadie con ese nombre! ¡Es como si buscases polvo en el fondo de un río!». 

Sin dirigir la menor mirada a la bolsa de oro, el sultán dijo: 

«¡Oh, adoradores del fuego! No esperéis salvación si no me traéis a ese Abu Bekr. ¡No creáis que me contentaré, como un niño, con bolsas de oro y de plata!». 

Los habitantes de Sebsvar se pusieron, pues, a registrar hasta los menores rincones de la ciudad, con la esperanza de encontrar a aquel hombre. Después de tres días y tres noches de búsquedas, acabaron por encontrar a un hombre llamado Abu Bekr. Era endeble y flaco y vivía, enfermo y afligido, en medio de los escombros. 

«¡Ven aprisa —le dijeron los ciudadanos—, el sultán te reclama! Sólo tú puedes salvar nuestra ciudad del degüello». 

—Si tuviera fuerza para caminar, replicó el hombre, habría abandonado este lugar desde hace muchísimo tiempo. ¡No me habría quedado entre mis enemigos y habría ganado lo más aprisa posible el país del amigo! 

Entonces, colocaron a Abu Bekr en un féretro y lo llevaron al sultán. 

Este universo es como la ciudad de Sebsvar. Muchos hombres de Dios están extraviados en él y Dios, como el sultán de Harezmshah, pide al pueblo un corazón puro. El profeta dijo: «Dios no mira vuestra apariencia. No busquéis más que la pureza del corazón». Sólo los hombres de corazón merecen Sus miradas. Tú te has creído un hombre de corazón y te has vuelto orgulloso. Así es como te has salido del camino de los hombres de corazón. 

Tú dices al sultán: «¡He aquí un corazón puro! ¡Es lo mejor que puede encontrarse en la ciudad de Sebsvar!». 

Te responderán: «¡Esto no es un cementerio! ¿Por qué me traes un cadáver? ¿No existe un corazón puro junto al cual se refugien los ciudadanos?». 

No olvides que los corazones puros están disimulados en este universo, pues la luz es lo contrario de la oscuridad. 




150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet