Hay un malentendido inmediato con el que todo Ego se defiende cuando escucha describir a las ilusiones y a los deseos como las causantes de todo sufrimiento. Esta reacción irreflexiva e ignorante se justifica afirmando rotundamente que sin ilusión, sin interés, sin apasionamiento, nos paralizamos y nos convertimos en piedras, en zombis. La precipitación defensiva no nos permite comprender que lo que el Zen propone es, simplemente, no ser dominados por las ilusiones, los deseos, las pasiones porque en tal caso no somos nosotros mismos, sino esclavos y robots dirigidos por el placer, el gusto, el beneficio… etc.
El “sino”, sino natural (no condicionado, no manipulado) del Hombre es formar parte de la Naturaleza como especie humana que es, con su Propia Naturaleza, su auténtico rostro (sin máscara), original.
Bibliografía:
La luciérnaga ciega: Soko Daido Ubalde
Fotografía tomada de internet