Un hombre piadoso había oído a alguien referir estas palabras del profeta:
«La subsistencia del alma viene a vosotros de parte de Dios. Lo queráis o no, acaba por encontraros, pues está enamorada de vosotros».
Decidido a experimentar la cosa, nuestro hombre trepó a las montañas y, allí, se dijo:
«Veamos si mi subsistencia viene a buscarme aquí, a este lugar aislado».
Y, con esto, se durmió. Pues bien, una caravana que se había extraviado, vino a pasar por aquel lugar. Al ver a un hombre dormido así en pleno desierto, los viajeros se dijeron:
«¿Qué hace este hombre en plena montaña, lejos de la ciudad y fuera de cualquier camino? ¿Está muerto o vivo? ¿No tiene nada que temer de los animales salvajes?».
Se pusieron a sacudirlo, pero él, deseoso de llevar la experiencia hasta su término, nada decía. Permanecía como inerte, con los ojos cerrados. Los viajeros se dijeron:
«¡Pobre hombre! ¡Está casi muerto de hambre!».
Y trajeron pan y alimento. Preocupado por su experiencia, el hombre se mantuvo quieto y no separó los dientes. La gente, entonces, redobló su piedad por él:
«¡Dios mío! ¡Va a morir, eso es seguro! Vamos a buscar un cuchillo».
Le introdujeron un cuchillo entre los dientes y consiguieron así separar sus mandíbulas. Le hicieron tragar de este modo un tazón de sopa y unos trozos de pan.
El hombre se dijo entonces:
«¡Ya está! ¡Has comprendido el secreto!».
Y su corazón se decía:
«Es Dios quien procura la subsistencia del cuerpo y del alma. Que esto te sirva de prueba. Esta subsistencia viene al encuentro de los que pacientemente la esperan».
150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet