Un discípulo había acompañado a su maestro con ocasión de un viaje. Pues bien, se encontraban en un país en el que el pan era cosa rara. Y el temor por la falta de alimentos estaba omnipresente en el espíritu del discípulo ignorante. Su maestro, lleno de lucidez, pronto descubrió esta obsesión. Le dijo:
«¿Por qué apenarte? ¡Te inquietas por tu pan y pierdes tanto tu confianza como la paciencia! ¡Ah! No formas aún parte de los santos. ¡Porque ellos pueden subsistir sin nueces ni pasas! El hambre es la parte de todos los servidores de Dios. Es un favor que no recae en cualquier tonto o en cualquier mendigo. Abandona tus temores. Como no formas parte de los elegidos, no es fácil que permanezcas en esta cocina sin encontrar en ella algún alimento. Cuando se trata de llenar el vientre del común de los mortales, siempre hay abundancia. Y cuando esta gente muere, ve el pan alejarse diciendo: “¡Teníais miedo del hambre, pero mirad: os vais y yo me quedo aquí!”».
¡Oh, vosotros que os inquietáis por vuestra subsistencia, levantaos y venid a serviros! Pero más vale tener confianza y no inquietarse, pues tu parte está tan enamorada de ti como tú lo estás de ella. Sólo tiene caprichos porque conoce tu impaciencia. Si fueras paciente, vendría ella a ofrecerse a ti. No hay verdadera opulencia sin confianza.
150 Cuentos sufíes
Maulana Jalāl al-Dīn Rūmī
Fotografía tomada de internet