Como buena parte de nuestro sufrimiento se deriva de las percepciones erróneas, si queremos curar nuestra herida, tenemos antes que eliminar nuestras percepciones erróneas. «Veo que tal persona está haciendo esto o aquello, pero quizás la realidad sea muy distinta. Hay aspectos ocultos que se me escapan. Necesito escucharla más para comprender mejor lo que está ocurriendo». Y las personas que consideramos responsables de nuestro sufrimiento también pueden tener, como nosotros, percepciones erróneas. Cuando hacemos el esfuerzo de atender y escuchar la otra versión de la historia, nuestra comprensión aumenta, al tiempo que disminuye nuestra sensación de daño.
Lo primero que debemos hacer en este tipo de situaciones consiste en tratar de reconocer internamente que nuestra visión de lo que ha ocurrido puede estar equivocada. La práctica consiste, en tal caso, en respirar y caminar conscientemente hasta que nos sintamos más tranquilos y relajados.
Luego podemos decir, a quienes hayamos considerado causantes de nuestro daño, que estamos sufriendo y sabemos que nuestro sufrimiento puede estar causado por nuestra propia visión errónea. En lugar de acusar directamente a esa persona, debemos acercarnos a ella para pedirle ayuda y una explicación que nos permita entender por qué ha dicho o hecho tal o cual cosa.
Existe una tercera alternativa –muy difícil, quizás la más difícil de todas– que también debemos, en la medida de lo posible, llevar a cabo. Tenemos que escuchar muy profundamente la respuesta de la otra persona, con la intención de verla y entenderla mejor. Quizás, de ese modo, descubramos que hemos sido víctimas de nuestras percepciones erróneas y que es muy probable que el otro sea también presa de sus propias percepciones erróneas.
La escucha profunda y la palabra amable son prácticas muy poderosas que nos permiten entablar una buena comunicación y averiguar lo que realmente está ocurriendo. Si nuestro deseo de conocer la verdad es sincero y sabemos cómo utilizar la escucha profunda y la palabra amable, es mucho más probable que advirtamos los sentimientos y percepciones sinceras de los demás. Y, en ese proceso, podemos descubrir que también nosotros albergamos percepciones erróneas. Después de escucharles completamente, tenemos la oportunidad de ayudarles a corregir sus percepciones. Si abordamos así nuestros agravios, tendremos la oportunidad de convertir el miedo y el enfado en oportunidades de entablar relaciones más profundas y verdaderas.
Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet