martes, 22 de septiembre de 2020

16.LO DIFÍCIL I.



La Práctica del Budismo Zen, que consiste en seguir las Instrucciones, es aparentemente fácil porque se trata de una atención constante sobre asuntos conocidos y cotidianos. Esta atención consciente sobre el cuerpo y la mente desarrolla un estado de alerta de manera que el autoengaño al que nos somete nuestro Ego, es identificado inmediatamente impidiendo los automatismos del Egorobot, que no pudiendo invadir la consciencia, no puede robarnos la vida.

Para ello hay que contar con energía y para disponer de ella, hay que ahorrarla de las fugas en entretenimientos y distracciones superficiales no conducentes al Despertar. El Zen no puede practicarse con las energías que quedan, “las escurriduras”, después de un día agotador al servicio del Ego. Es infantil pretender recuperarse del estrés sin suprimir las causas que le producen. No hay nada misterioso en esto.

La desactivación de la consciencia egótica o superficial, va a ser el resultado de una Concentración poderosa en lo que estamos haciendo en cada momento pero esto no es siempre posible en los primeros años del adiestramiento. Sin embargo, en poco tiempo aprendemos a identificar el funcionamiento del Ego y con sólo advertirlo, con sólo sorprenderle, se enfría. Poco después aprendemos a “cortar” todo inicio de su actividad en forma de pensamiento, deseo, ilusión, proyecto, previsión… que nos saque del momento presente. El abandono inmediato de esta tendencia de despreciar el presente a favor del pasado y del futuro que hemos de considerar una costumbre tan difícil de abandonar como cualquier adicción, es el logro consiguiente a la experiencia del abandono y desapego de muchos momentos en los que descubrimos la abundante ocupación de nuestras existencias en lo superfluo. ( Ver las Seis Disciplinas de Daidoji al final del libro) El hecho de “cortar” con frecuencia es un descondicionamiento continuado.



Bibliografía: 
La luciérnaga ciega: Soko Daido Ubalde
Fotografía tomada de internet