Ocurrió una vez en una iglesia que el predicador gritó en la ceremonia: ‘Que se paren todos los maridos que tienen preocupaciones en la mente!’
Todos los hombres en la iglesia se pararon excepto uno.
-Ah -exclamó el predicador-. Tú eres único!
-No es eso. No me puedo parar -dijo el hombre-. Soy paralítico.
FUENTE: OSHO: ‘El Hombre que Amaba las Gaviotas y Otros Relatos’, Grupo Editorial Norma, Bogotá, 2003, ISBN 958-04-7279-3, Pag. 276