martes, 25 de mayo de 2021

ESTRATEGIAS DEL SUPEREGO


EL EGO Y SU COMPAÑERO, el superego, son voces mentales internas 
que parecen determinar quién eres. El pensamiento yo soy este cuerpo (ego) determina tu realidad individual, y los pensamientos que determinan cómo le va a tu ego, cómo podría mejorar, o por qué nunca mejorará son la voz de tu superego. Tu ego es una simulación, una realidad virtual del yo soy basada en la percepción, en las experiencias sensoriales y en el aprendizaje. Tu superego es una simulación de autoridad diseñada para controlar a tu ego. Se basa en la retroalimentación (feedback) con quienes te rodean.

Tanto el ego como su desarrollo posterior, el superego, son fenómenos maravillosos. No hay nada intrínsecamente malo en ellos. Ambos tienen un extraordinario papel que desempeñar en el teatro de la conciencia humana.

El desarrollo del ego es milagroso, y la formación del superego es quizá aún más sorprendente. El problema surge cuando monopolizan la mayor parte de tu atención y de tu fuerza vital. Entonces la atención a esta guerra interna pasa a primer plano y no nos permite experimentar la vida de forma espontánea y auténtica; unas voces afirman: «soy esto o aquello», y las opuestas dicen: «tú no eres suficientemente bueno en esto o lo otro».

Algunas voces dicen que eres bueno, precioso y bondadoso, y otras que eres horrible, feo y miserable.

Un ejemplo simple: si te golpeas la cabeza accidentalmente, después de la sensación inicial de conmoción y dolor, ¿qué voces mentales escuchas?

¿Tienen que ver con la culpa? Si es así, ¿te culpan a ti, a otra persona, o a algún objeto? Estas voces surgen del intento de superego de afirmar su control, generalmente a través del castigo verbal, para que no te vuelvas a golpear la cabeza. El superego es la autoridad que has interiorizado; una parte de tu ego se divide y se llama a sí misma «Dios» o «madre», o «padre» o «gurú». Cuando reconoces esta división, se produce una gran batalla interna, especialmente cuando estás en el «camino» espiritual, en el que el superego quiere librarse del ego. Sólo el superego desea librarse del ego. Librarse del ego es el control último. Sólo tu superego necesita la guerra. Estos pensamientos en guerra se reflejan, por supuesto, en nuestro mundo colectivo, y también en nuestro mundo individual. Sin embargo, de cara a nuestros propósitos actuales, presta atención a lo que está ocurriendo en tu realidad egoica, no porque deba o no deba suceder, sino simplemente para descubrir lo que consideras que es real.

Podemos atesorar las libertades que nos garantizan la familia, la cultura y el Estado, pero, en último término, son insignificantes si nos sentimos aprisionados internamente por una simulación de autoridad. La confianza en el superego se basa en nuestro miedo a lo que podría ocurrimos sin él.

En resumen, generalmente desconfiamos de nuestro yo esencial. En realidad desconfiamos de la libertad que anhelamos.

La pregunta es: ¿puedes reconocer un error (golpearte la cabeza) y distinguir entre lo que está bien o mal (los actos que requieren elección moral o de conciencia) sin recurrir a una autoridad fabricada que te premie o te castigue? Independientemente de las funciones que fueran apropiadas para el ego/superego en el pasado, en este momento, ¿estás dispuesto a confiar en lo aprendido? Y algo aún más radical: ¿estás dispuesto a confiar en la integridad de tu esencia? Si tienes la ambición de librarte del ego, ten cuidado, se activa la alerta roja. ¿Qué está mal en el ego? ¿Quién tiene un problema con el ego? ¿Tiene la conciencia un problema con el ego? Sólo el superego tiene un problema con el ego, y es un problema enorme. El superego quiere controlar al ego.

Cuando reconoces la tendencia del superego a dominar al ego, y sin tener que establecer a continuación un super-superego, puedes dar la bienvenida al ego con todas sus ambiciones y necesidades. En este momento, puedes recibir a todos —ego, superego, ilusión interna y externa— en la conciencia ilimitada que realmente eres. Entonces puedes experimentarte como un ser humano muy limitado, con inquietudes limitadas.

Otro de los arietes que el superego emplea comúnmente es la idea de «no valer nada», y esto ocurre especialmente en los círculos espirituales, donde suele haber mucho miedo a la arrogancia. Pero la arrogancia y el menosprecio son las dos caras de la misma moneda egoica. Ninguna de estas dos experiencias tiene que ser evitada. Ambas pueden ser afrontadas de maneras simples e investigadas directamente. Si te permites ser plena y completamente arrogante por un segundo, verás el absurdo de la arrogancia, sus posturas, su vaciedad. Exactamente lo mismo ocurre con la subvaloración. Si experimentas plena y totalmente un segundo de verdadero y completo menosprecio, éste se convierte en nada. Se revela como otra arma más del superego, que no tiene nada que ver con la verdad de quien eres. Si huyes de la arrogancia, de la minusvaloración, o de cualquier otra experiencia, estás constriñendo la fuerza vital. Estás intentando desesperadamente ser lo que crees que deberías ser, al tiempo que te sientes perseguido por lo que crees ser.

Otro aspecto interesante en el reconocimiento del superego es que si se enzarza en una batalla con el ego, sin duda la ganará. Está diseñado para vencer porque tiene a «Dios» de su lado. Es la autoridad. Cualesquiera que sean los pequeños argumentos que pueda esgrimir el ego, el superego ganará; caso cerrado. El impulso de escuchar y dejarse golpear por el superego es muy intenso, pero la voluntad de detenerse y ver qué hay debajo revelará la realidad del espacio que está más allá de todas las facetas del superego. Entonces verás que el superego no es más que sudo y furia, es decir, no es otra cosa que aprendizaje condicionado. Pero así es como nuestros padres, las culturas y las religiones nos enseñan a los animales humanos, y llevamos sus voces grabadas muy dentro.

La estrategia fundamental del superego consiste en un sistema de premios y castigos. Es muy primitiva, pero funciona. Tienes que ver cómo te hablas a ti mismo internamente, y cómo hablas a los demás en términos de premio o castigo. De otro modo, esta forma-pensamiento llamada «superego», que dice «yo soy la autoridad, yo sé lo que está bien y lo que está mal», continúa operando subconscientemente.

No hay nada malo en los premios y castigos. Son unas herramientas de aprendizaje muy eficaces. Pueden ser muy apropiadas para educar a los niños, a los animales domésticos, a los alumnos o a los compañeros de trabajo. Pueden ser válidas para según qué ámbitos. Pero cuando abordas el anhelo y el deseo de verdad, las estrategias de premio o castigo distraen la mente. La mente sigue asumiendo el control como «verdadero juez». Sin embargo, la verdad está más allá de la mente. Es incontrolablemente libre.

No puede ser castigada ni premiada.

Para investigar cómo funciona el superego dentro de tu propia mente, puedes plantearte preguntas, y dejar que las respuestas afloren libremente desde el inconsciente. Plantéate estas preguntas: ¿cómo castigo? y ¿cómo premio? No hagas distinciones entre los premios y castigos internos o externos.

Cuando concluyes que has hecho algo bien, ¿qué tipo de elogios te dedicas? ¿Alguna invitación especial? ¿Tiernas palabras de amor? Y si concluyes que has hecho las cosas mal, ¿cómo te castigas?: ¿palabras duras? ¿Ira? ¿Odio?

Al principio, tus respuestas pueden parecer obvias, cosas que ya sabes.

Pero después puede que te sorprendan, y ésa es la verdadera clave para la autoindagación: estar suficientemente abierto como para descubrir cosas de las que antes no eras consciente, cosas desconocidas y no examinadas; en este caso, descubrir cómo se manifiesta el superego dentro de tu propia mente. Que las respuestas sean espirituales o terrenales, iluminadas o mundanas, es totalmente irrelevante.

Ve, siente y experimenta en tu mente lo que esta indagación revela. Es posible que tengas muchas más estrategias de premio que de castigo. Tal vez se den de forma equilibrada. Quizá te castigues ahora por haberte castigado antes. La clave está en estar dispuesto a ver cómo funciona tu propia mente sin juicio, sin incrementar el poder de las estrategias. Mira si al sacar a la luz las estrategias surge una llama interna. Si hay una llama y no la evitas, sino que te rindes a ella, ¿qué revela?

Cuando la mente empiece a reactivarse, permítete durante un momento abandonar todas las estrategias, descubrir qué está debajo de todo, antes de todo, después de todo, lo que está siempre aquí, lo que no puede ser revocado ni otorgado.



Extracto del libro:
El Diamante en tu bolsillo: Descubre tu verdadero resplandor
Gangaji
Imágenes tomadas de internet