El poeta místico indio Kabir tiene poemas extraordinarios. Uno de ellos comienza con el verso: "Reí cuando me contaron que el pez en el agua tiene sed." ¿Qué me dices de eso? Preguntarás, sin duda:
-¿Estamos en el agua?
- Ajá.
-¿Somos peces?
- Ajá.
-¿Tenemos sed?
- Oh, ¡vamos!
- Pero la tenemos, ¿no es cierto?
Hay un texto que leí el verano pasado en algún lugar de los Estados Unidos, acerca de un cazador norteamericano en África. Contaba que había vivido allí con nativos que no temían al peligro:
-¡Era extraordinario! Ellos nos miraban a nosotros, hombres blancos, con una extraña clase de curiosidad cuando veían temor en nuestros ojos. Eso era incomprensible para ellos. Era tan incomprensible como mirar a los ojos de los peces que temían ahogarse.
Eso está muy bien, también. ¿Puedes imaginar un pez que tenga miedo de ahogarse?
Una y otra vez, los maestros místicos del mundo se han preguntado por qué el ser humano es desdichado, por qué tiene miedo, y cosas por el estilo. Por supuesto, mientras no se ha comprendido la verdad, tiene sentido ser desdichado o sentirse atemorizado. Cuando hablo de temor no me refiero a una respuesta inmediata ante un peligro inminente; no me refiero a eso, que es propio de los animales. Me refiero al temor a lo que vendrá, a lo que sucederá; me refiero a esto. Y "esto", nos dicen los místicos, no existe; en sus mentes, simplemente no existe... ¡En ese estado vale la pena estar! , ¡es extraordinario!
Hay otra estimulante historia acerca del tema. Un mercader de camellos, un árabe que atravesaba el desierto del Sahara, acampó para pasar la noche. Los esclavos levantaron tiendas y clavaron estacas en el suelo para atar a ellas los camellos.
- Hay sólo diecinueve estacas y tenemos veinte camellos; ¿cómo atamos el vigésimo camello? - le preguntó un esclavo al amo.
- Estos camellos son animales tontos.
Hagan los movimientos como para atar al camello y permanecerá quieto toda la noche.
Eso hicieron, y el animal se quedó quieto allí, convencido de que estaba atado. A la mañana siguiente, al levantar campamento y prepararse para continuar el viaje, el mismo esclavo se quejó al amo de que todos los camellos lo seguían, excepto aquel, que se rehusaba a moverse.
- Se olvidaron de desatarlo - dijo el amo.
Y el esclavo realizó entonces los movimientos como si lo desatara...
Ésa es una imagen de la condición humana. Estamos atados a cosas que no existen; tenemos miedo de cosas que no son...
Son ilusiones, falsedades, creencias; no realidades. ¡Qué agonías pasamos por cosas de las cuales - estamos convencidos - parece depender nuestra felicidad! Pero no debería ser así, porque nuestra felicidad no depende de nada. Y no queremos verlo.
Supongo que los místicos lo entienden, porque ellos mismos han pasado por esto.
Están sorprendidos de que el ser humano se engañe, de que las personas se engañen de esta manera a sí mismas.
Extracto del libro:
Redescubrir la vida
Anthony de Mello
Fotografías tomadas de Internet