Ryokan, un maestro zen, vivía del modo más sencillo en una pequeña choza al pie de una montaña. Una noche, un ladrón visitó la cabaña sólo para descubrir que en ella no había nada que robar.
Ryokan volvió y lo sorprendió. «Probablemente has hecho un largo camino para venir a visitarme», dijo al ladrón, «y no con las manos vacías. Te ruego te lleves mi ropa como presente».
El ladrón se quedó perplejo. Cogió la ropa y se escabulló.
Ryokan se sentó, desnudo, observando la luna. «Pobre hombre», musitó, «ojalá hubiera podido darle esta hermosa luna».
Extracto del libro:
Zen flesh. Zen bones
Paul reps y Nyogen senzaki
Fotografía de Internet