Al doblar un recodo, se encontraron con una encantadora joven vestida con un kimono de seda, que no podía cruzar.
«Ven, muchacha», dijo Tanzan al punto. Y tomándola en sus brazos, la alzó por encima del lodo.
Ekido no volvió a hablar hasta la noche, cuando llegaron a un monasterio.
Entonces no pudo contenerse más. «Nosotros los monjes debemos mantenernos apartados de las mujeres», dijo a Tanzan, «especialmente si son jóvenes y encantadoras. Es peligroso. ¿Por qué hiciste eso?».
«Yo dejé a la muchacha allí», dijo Tanzan. «¿Tú todavía la llevas contigo?».
Extracto del libro:
Zen flesh. Zen bones
Paul reps y Nyogen senzaki
Fotografía de Internet