La meditación caminando es una cosa maravillosa que podemos hacer con nuestra comunidad. Cuando nos activamos físicamente y nos movemos juntos, es más fácil sentirnos apoyados por la energía colectiva. Es bueno comenzar la práctica de la meditación caminando con un grupo que nos preste su apoyo, pero si tal cosa no es posible, también puedes pedirle a un amigo que practique contigo o tomar incluso la mano de un niño para caminar con él.
Para practicar caminar atentamente por tu cuenta, puedes empezar comprometiéndote, por ejemplo, a subir o bajar atentamente y con paso muy firme una escalera. Si a mitad del camino de ascenso te percatas de que no estás presente, debes descender y comenzar de nuevo. Cuando puedas subir atentamente una escalera, serás capaz también de morar en el presente ahí donde vayas. Asimismo puedas asumir el compromiso de recorrer una determinada distancia, de tu lugar de trabajo a la sala de estar, por ejemplo, proponiéndote dar atentamente todos los pasos que componen ese recorrido. Y si descubres que te has perdido, debes volver sobre tus pasos y empezar de nuevo. Esta es una forma extraordinaria de no dejarte llevar por los hábitos energéticos y aprender a vivir atenta todos y cada uno de los momentos que componen tu vida cotidiana. Camina con los pies y no con la cabeza. Presta atención, mientras caminas, a los pies y hazlo de un modo que la alegría y la vida real sean posibles aquí y ahora.
La práctica grupal de la meditación caminando nos permite generar una energía colectiva de plena consciencia y paz que nos nutre y ayuda a sanar.
Extracto del libro:
Miedo
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet