martes, 17 de mayo de 2022

EL DERECHO A SER AMANDO CON DIGNIDAD


Cuando se ha doblegado al otro bajo el yugo de la dominación psicológica, la víctima pierde el "no", accede por miedo o por apego. La confusión interior es tal, que el sujeto vapuleado puede llegar a justificar al agresor para tratar de explicar lo inexplicable y buscar razones donde no las hay. Dejar sentado quién es el más fuerte y quién tiene el control suele ser la meta de quien maltrata al otro: "¡Yo soy la autoridad, yo soy el poderoso, el que decide y ahí les dejo el precedente!"

Hace poco, pude observar por la televisión española uno de estos depredadores, que había asesinado a su mujer, aunque no recuerdo el motivo. Lo que me quedó grabado fue su expresión cuando la policía lo llevaba esposado.

Realmente me impresionó. Su rostro no mostraba ningún rasgo de arrepentimiento o de culpa, sino la expresión típica del "deber cumplido". Su mirada dejaba en claro que ella se lo merecía. La idea del "castigo merecido" es la demostración más evidente de la dominancia y el abuso del poder.

El abuso psicológico muchas veces es el preludio o el anuncio del maltrato físico. Recuerdo el caso de una mujer brillante profesionalmente, casada hacía cinco años, a quien su marido no le perdonaba el éxito que tenía.

Siempre trataba de menospreciarla, pero frente a los demás halagaba su desempeño y decía sentirse muy orgulloso. Esta doble faz le daba la coartada perfecta.

Cuando ella les comentó a sus hermanos del maltrato psicológico al cual era sometida, nadie le creyó. Un día llegó a mi cita con los ojos morados y otras lesiones: "¡A lo que hemos llegado!", me dijo entre lágrimas y sollozos.

"¡Pero, esto se acabó, ya pasó el límite!" Y así fue. Sin embargo, algunas preguntas quedaron en el aire: ¿Hubo que esperar cinco años de maltrato para actuar? ¿Por qué unos golpes tienen más significación que cinco años de desprecio y menoscabo? La dignidad no tiene matices, no hay violaciones al derecho de primer y segundo grado.

Simplemente, ningún tipo de maltrato debe ser tolerable.

Los derechos humanos son universales, inalienables (forman parte de tu esencia) y están concebidos para todas las personas. Destacan la autonomía individual y el desarrollo de la libre personalidad del individuo (libertad de expresión de ideas, de tener una vida privada y de tener iniciativa), así como la inviolabilidad de la condición humana. No tienes que hacer ningún curso especial para ser adjudicatario de tales derechos, te corresponden en tanto estés vivo. Los límites del poder en general y del amor de pareja en particular se configuran precisamente en los derechos humanos, no importa cuánto ames. Bienvenido al mundo real. Tenías un tesoro que no sabías, un baluarte que no utilizabas.

Un breve repaso y extensión de la Declaración Universal de los Derechos Humanos a los vínculos afectivos nos muestra que muchos de estos derechos se violan sistemáticamente en las relaciones de pareja y que simplemente lo aceptamos porque están amparados por el manto sagrado del amor. Veamos:

Artículo 3: Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona. Es evidente: ninguna restricción a tu libertad ni riesgos para tu vida, así sea en el nombre del amor, es válida. La base segura no es negociable en ninguna relación. Debes tener la certeza de que no te lastimarán intencionalmente. Si deseas entregarte en alma y vida a tu pareja, que sea en pleno uso de tus facultades, sin presiones, culpa, miedo o apego. El altruismo no riñe con este artículo, si tú decides.

Artículo 4: Nadie estará sometido a esclavitud ni a servidumbre: la esclavitud y la trata de esclavos están prohibidas en todas las formas. ¡Se prohíbe la esclavitud y la servidumbre! "Toda forma de esclavitud", incluso aquella ¿fue se ampara en un supuesto amor. Aunque no lo creas, mucha gente establece relaciones de pareja sin someterse. Si bien durante el enamoramiento una forma de esclavitud bioquímica, socialmente aceptada y glorificada por la cultura, hace su aparición, la naturaleza te libera al cabo de dos o tres años. La esclavitud se fundamenta en la idea macabra de que unos tienen más derechos o son esencialmente más valiosos que otros. ¿Habrá mayor dicha que amar de igual a igual, sin miedos y sin estratagemas, a corazón abierto? Eres esclava o esclavo cuando tu libertad no te pertenece. ¿Cuál es su consecuencia? La explotación.

Artículo 5: Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes. Las páginas de este libro están llenas de ejemplos de relaciones de pareja en las que se viola este artículo. Las palabras "cruel", "inhumano" o "degradante", no son sinónimos de silla eléctrica o cámara de gas. Menospreciar, ignorar o burlarse sistemáticamente de la pareja es inhumano. Desprestigiar a la persona que amas o denigrar de ella indica que no la amas sanamente o que no la amas. ¿Quién no ha levantado la voz o ha ofendido alguna vez a alguien en una discusión? ¿Y quién no se ha arrepentido luego? No hablo de esos brotes esporádicos que se dan al calor de una disputa (aunque no los justifico y reconozco que pueden llegar a ser peligrosos), me refiero a la tortura consistente, sistemática y a mansalva, cuyo fin es provocar deliberadamente el dolor ajeno. Recuerdo la película Durmiendo con el enemigo, que cuenta la historia de un hombre que se dedica obsesivamente a encontrarle errores y defectos a su mujer.

Artículo 12: Nadie será objeto de injerencias arbitrarias en la vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia, ni de ataques a su honra o su reputación. Tienes derecho a la intimidad ¿Qué implica esto? Mantener tus espacios, tu territorialidad, tu microcosmos, sin que te invadan tu privacidad o te asalten en tu buen nombre. Los ataques a tu honra son una forma de discriminación y de maltrato psicológico. ¿Hay que contarle todo a la pareja o debe haber algunos secretos en una relación? Pues si te adscribes a la modalidad de fusión/ comunión, de ser una unidad, habría una sola mente y los pensamientos de tu pareja y los tuyos estarían entremezclados en un gran enredo informacional; cada quién tendría acceso libre y directo a todos los aspectos de la vida psicológica, afectiva y comportamental del otro. Tu soberanía personal quedaría al descubierto. Algunas personas piensan que "estar enamorados" y/o casados les da autorización para ejercer el papel de fiscal o de auditor permanente. Investigar al otro, revisar su base de datos, expropiar la vida privada sin ningún tipo de consideración: "Lo tuyo es mío", o peor: "Si no me das carta abierta para estar en cada rincón de tu mente y de tu corazón, tienes algo que esconder o no me amas". Paranoia y simbiosis. ¿De dónde sacamos que el vínculo afectivo justifica el "examen" y la fiscalización de la reserva personal? Sólo podemos llegar hasta donde la dignidad de nuestra pareja lo permita. Y si no nos gusta esa zona de exclusión, debemos revisar la relación que hemos establecido con ella. Es evidente que los miembros de una pareja, así haya amor, deben mantener cierta privacidad: mis ideas, mis sueños, mis amigos y nuestras ideas, nuestros sueños, nuestros amigos. El autoritarismo y el totalitarismo, siempre y sin excepción, se oponen al amor respetuoso.

Artículo 16: Los hombres y las mujeres, a partir de la edad núbil, tienen derechos, sin restricción alguna por motivo de raza, nacionalidad o religión, a casarse y a fundar una familia, y disfrutarán de iguales derechos en cuanto al matrimonio, durante el matrimonio y en caso de disolución del matrimonio. Derecho al matrimonio y a prescindir de él. Nada obliga al matrimonio ni a la soltería, tan válidos ambos como cualquier otra decisión. O mejor: derecho a no perder los derechos en ningún caso, sea cual sea el vínculo. Derecho a casarse y a separarse. Iguales privilegios, dentro y fuera de la relación. Nadie debe ser castigado por querer disolver un matrimonio o por permanecer en él.

Artículo 18: Todas las personas tienen derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual o colectivamente, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia. Puedes creer en lo que quieras, si no violas el derecho de nadie. No tienes por qué esconder o disimular tus creencias, si a tu pareja no le gustan. Recuerdo el caso de una señora que mantuvo en secreto por años su adhesión a una congregación cristiana porque el marido era ateo y no le daba permiso para creer en Jesucristo. Su culto debía ser ejercido a escondidas, como si se tratara de un grupo terrorista. Cuando finalmente sacó el coraje para decirle la verdad, el ofendido señor se fue de la casa. La libertad de conciencia significa poder actuar de acuerdo con los propios códigos éticos y negarse a ir en contra de la propia fe, sea cual fuere. No niego que las parejas que profesan cultos religiosos distintos puedan llegar a tener problemas, pero lo que sostengo es que los valores, cuando son verdaderos y legítimos para quien los vive y siente, no son negociables. En el caso que acabo de señalar, la señora acumuló angustia y dolor durante años porque, al mejor estilo estalinista, le era "prohibido" ejercer libremente su religión. En una cita me dijo: "Nunca he sido tan feliz, puedo ir a mi parroquia y participar en los festejos cuando quiera. Es una sensación extraña, como si me hubiera liberado de una cárcel. Mi vida ha adquirido un nuevo sentido. Pero a veces me siento culpable conmigo misma por haber sido tan sumisa. Cuando decidí contarle todo a mi marido me sirvió mucho saber que estaba defendiendo un derecho universal y que no sólo era un capricho mío...". Si en el nombre del amor afectan tu libertad de opinión y expresión, sencillamente eres víctima de un amor dictatorial: es decir, no te aman.

Artículo 20 (1): Toda persona tiene derecho a la libertad de reunión y de asociación pacíficas. Parece sencillo, pero no lo es. Cualquier persona que mantenga una relación de pareja con alguien celoso o controlador sabe a qué me refiero: "No quiero que salgas con tus amigas o amigos" o "¿Dónde vas, con quién vas, a qué hora vuelves?" Amor policivo, el FBI en casa. El hombre dice:"¡Qué estupidez! ¡Sólo a ti se te ocurre meterte con ese grupo de locas! "Ella responde: "No son locas, son mujeres que trabajan en un voluntariado". Él indignado, replica:"¡Tu deber es no descuidar a tu familia, además, debes contar conmigo cuando tomas esas decisiones!" Ella, dice: "No estoy de acuerdo. No puedes impedirme que me reúna con la gente que quiero. Además, la familia es tanto responsabilidad tuya como mía". El marido tira la puerta con furia, sin antes expresar con indignación: "¡Vaya uno a saber quién te está llenado la cabeza de estupideces!" La mujer, que no necesita ayuda profesional ni consejos porque hace uso de sus derechos, se viste y sin una pizca de culpa o ansiedad sale para la reunión de los jueves, con la clara convicción de que la separación es cuestión de tiempo. En la mentalidad machista típica, el derecho a reunirse y a asociarse es poco menos que un trastorno psicológico o una desviación de la conducta normal. En el amor maduro y bien estructurado, nadie es de nadie. Algunas "posesiones amorosas" necesitan más de un exorcista que de un psicólogo.

Artículo 23 (2): Toda persona tiene derecho, sin discriminación alguna, a igual salario por trabajo igual. Es el derecho a un trabajo digno. Yo agregaría a iguales privilegios por un trabajo similar en esfuerzo y entrega. Tal como dije antes, la división del trabajo en la pareja debe ser consensuado y equilibrado, si no queremos que se vayan acumulando rencores. El amor no escapa a la justicia, a la equidad fundamental que surge de considerar al otro como un sujeto válido que merece ser respetado en su condición. ¿Cuántas mujeres son discriminadas en su trabajo gracias a una tradición excluyente, tan irracional como milenaria? Si hay amor, hay igualdad en los derechos. Por eso, es importante buscar un balance costo/beneficio entre lo que se entrega y recibe. Descanso, uso del tiempo libre, disfrute, duración de las tareas, en fin, no permitir jamás que la filosofía del workaholic entre al hogar. ¿Cómo negociar el derecho a la intimidad, a la cultura, a la educación, a la libre expresión, a comportarte de acuerdo con las creencias religiosas, el derecho a la libre movilidad y asociación? ¿Cómo amar en paz, si debo hacer a un lado mi propia identidad? Renunciar a lo inalienable y a lo intransferible, a la esencia vital que te determina, así sea por amor, te pone en la cuerda floja. Eres el único o la única que puede saber si se justifica o no tal entrega. No obstante, el buen amor abre otras puertas. ¿Quién no daría la vida por un hijo o incluso por la persona que amamos limpiamente y con la cual hemos compartido una vida bien llevada? En muchos matrimonios felices, la muerte de uno de los cónyuges suele conducir rápidamente al fallecimiento del que sobrevive. Una relación sólidamente estructurada, cuyo vínculo está guiado por un propósito determinante, requiere de la buena distribución de eros, philia y ágape. Amor justo y digno, bajo los auspicios del erotismo y la ternura, tan honesto como alegre, tan respetuoso como arrebatador. Un amor sensible, compasivo y seguro que se mueva dentro de los derechos humanos, sin vestigios de esclavitud o servilismo, es una de las experiencias más maravillosas que nos puede ofrecer la vida. Y lo opuesto, la entrega enfermiza y el sometimiento decadente en nombre de un amor descabellado es una de las formas más tristes de autodestrucción. Depende de cada uno de nosotros elegir el camino.



Extracto del libro:
Los límites del amor
Walter Riso
Fotografías tomadas de Internet