miércoles, 10 de agosto de 2022

!HAZLO¡


Alguien debería decirnos,
justo en el inicio de
nuestras vidas, que nos
estamos muriendo.

Entonces podríamos vivir
la vida al límite, cada
minuto de cada día.

¡Hazlo!, digo yo.
¡Cualquier cosa que
quieras hacer, hazla ahora!

Hay un número concreto de
mañanas solamente.

Michael Landon Jr

¡Tu vida se acaba! No hoy ni mañana, ni espero que en tantos años como pretendas en tus más enardecidos sueños de longevidad, pero sí en algún momento. Y te entiendo perfectamente: a mí tampoco me gusta oírlo, pero tenerlo presente nos ayudará a no dilapidar en absurdas preocupaciones y naderías insustanciales el tiempo tasado del que disponemos.

La vida es apenas un rato. Un minúsculo hueco entre dos eternidades. Unas vacaciones, bien visto, para disfrutar de una aventura prodigiosa, repleta de instantes de infinito placer, alternados con experiencias dolorosas, cuando no dramáticas. Es decir, días en los que alcanzamos el éxtasis de la plena y absoluta felicidad, junto a otros que nos hacen plantearnos cuál es el sentido de tanta crueldad e injusticia. Un anverso sublime y un reverso satánico.

Pero aun siendo un corto suspiro, una vida bien aprovechada da para mucho. Toda ella representa un fértil campo de oportunidades para crear y construir, idear y erigir, planificar y desarrollar… para ¡HACER! Porque aunque algunos pretendan convertirla en una poética (bendita poesía, pese a todo) fábrica de sueños, la vida es, en realidad, una fábrica de HECHOS. En ella cuenta solo aquello que hacemos y el resto no deja de ser más que pura ornamentación o un simple despliegue de fuegos artificiales (policromos y vibrantes), pero cuyo efecto embriagador queda reducido a cenizas en instantes. Lo que digas, lo que pienses, lo que sueñes… no podrá nunca equipararse ni igualar en valor al más pequeño resultado que puedas mostrar en las palmas de tus manos al resto del mundo.

¡HACER!, en mayúsculas, sí, gritándolo, y entre admiraciones, porque resulta esencial que percibas la importancia de este verbo ya desde el principio del libro; el verbo cuya conjugación será capaz, a diferencia de casi cualquier otro, de garantizarnos algo tangible y real de todo aquello cuanto soñemos.

Hacer, y cuanto antes empieces, mejor.

Porque si no te das prisa —ya te advertí antes que la vida es apenas un momento—, un día te encontrarás sin fuerzas, escaso de valor y de ganas y notarás que te falta el aliento y el impulso precisos para poder emprender tu proyecto, sea el que fuere. Te habrás acomodado a un modo de vivir que, si bien jamás formó parte de tus mejores planes, a cambio no te origina problemas. Habrás renunciado a tus ideales, vencido, como tantos otros antes, no por el fracaso (disculpable y hasta elogiable), sino por la falta del coraje preciso para satisfacer tu más querida y noble ambición.

Cuentan que una bandada de águilas picoteaba comida en la tierra de un granjero. El granjero les arrojaba alimento y las águilas acudían a diario, mes tras mes, a recibir su sustento. Un día, una vieja águila voló cerca del grupo y contempló la escena con evidente desagrado.

—¿Por qué estáis en la tierra? —preguntó el águila anciana a la manada.

—El humano nos alimenta y no tenemos necesidad de ir a ningún otro lugar —respondieron ellas.

—Pero sois águilas y habéis olvidado cómo volar. Vuestro reino está en el cielo, no en la tierra.

¡Liberaos!
(Cuento popular).

Y así, viviendo, sobreviviendo o malviviendo, quién sabe, llegarás hasta el punto culminante de tu existencia, en el que habrás de encarar una frontera decisiva: la que separa, y ya sin enmienda posterior posible, me temo, el «¡puedo hacerlo!» del «pude haberlo hecho». La decisión que tomes en ese momento determinante y crucial te definirá para siempre e incidirá en la valoración global que otorgues a toda tu vida en conjunto cuando esta acabe.

Lee con máximo interés y suma pasión este libro. No por mí, sino por ti. Él te llevará a comprender que cualquier renuncia es temprana.

Que no eres peor que otros que, con bastante menos talento y posibilidades que tú o con proyectos mucho más endebles o soportando mayores dificultades, consiguieron alcanzar su propósito. Te debes el esfuerzo de intentarlo, aunque solo sea por no desmentir todo eso de lo que presumes y que dices valer.

«El mundo exige resultados. No les cuentes a otros tus dolores del parto. Muéstrales al niño»
(Indira Gandhi, política hindú).

He querido reflejar a lo largo de estas páginas un compendio de los mejores pensamientos de motivación de siempre, apoyados en muchas otras reflexiones propias, fruto de la observación y la curiosidad, y con decenas de anécdotas, artículos, referencias a investigaciones y estudios, amén de aleccionadoras historias (aquellas que es posible atribuir a alguien aparecen identificadas con su correspondiente fuente y autor, y como «anónimas» o «apócrifas» aquellas que es imposible, a pesar del esmero, imputar a una sola fuente concreta). Y todo ello con el fin de identificar aquello que te impulsa y fomentarlo, así como reconocer cuanto te frena y hacerlo desaparecer.

El peor sentimiento con el que puede terminar su experiencia vital un ser humano, créeme, es el de no haber sido capaz de desarrollar todo su potencial. No haber sabido —o no haber podido—sacar partido suficiente a sus habilidades, aptitudes y talentos innatos. Cada uno de nosotros es, por naturaleza, exclusivo, y la vida es tan sabia que nos ha hecho competentes en diferentes destrezas, para que cada uno tenga al menos una probabilidad de brillar en algo por encima del resto.

Sí, porque yo estoy convencido de que disponemos de una facultad singular para hacer una labor mejor que otros y cuyo descubrimiento, práctica y buen ejercicio nos habrá de llevar, ineludiblemente, a un triunfo al que estamos abocados desde que nacemos, porque nacimos para brillar, por más oscuro que a veces se muestre el panorama. Dar con ella, si aún no sabes cuál es esa facultad, ha de ser tu empeño principal, y más vale que seas bueno buscando y que te apliques con esfuerzo e ingenio en esa tarea, porque en ello te va la vida, o al menos la que has soñado vivir.

«No permitas que el héroe que habita en tu alma muera en solitaria frustración por la vida que merecías, pero que no pudiste alcanzar» (Ayn Rand, filósofa y escritora estadounidense de origen ruso).

Una escueta recomendación antes de empezar, si me lo permites: si crees que en virtud de tu experiencia, competencia e ingenio ya no te cabe la menor duda sobre casi nada, conviene que empieces a deshacerte de alguna que otra certeza.

Alabo la seguridad que tienes en ti mismo, pero piensa que cuanto has ido creyendo y construyendo hasta ahora te ha llevado justo hasta donde hoy estás, y si este es un lugar que te satisface, no hay problema, pero si no es así, habrás de cambiar de procedimiento o de ideas o de estrategia para acercarte a ese punto al que de verdad quieres ir.

En fin, espero que cualquiera de los múltiples pensamientos y reflexiones que encontrarás en este libro consigan «sacudirte» el corazón, para así lograr que te sientas más vivo y dispuesto que nunca. Que se dupliquen, como mínimo, tus ganas de salir ahí fuera (a la vida real) para alcanzar lo que pretendes. Y espero también convencerte de que debes ponerte ¡YA! en marcha, porque solo conseguirás lo que quieres cuando dejes de inventar excusas sobre por qué no lo tienes.

Una observación previa final que considero relevante. La popularización creciente de los conceptos de autoayuda y coaching —del verbo inglés to coach, «entrenar», método que consiste en dirigir e instruir a una persona o a un grupo de ellas, con el objetivo de conseguir una meta o desarrollar habilidades específicas— ha llevado a ciertas personas a plantearse que cualquier problema psicológico, independientemente de su índole o gravedad, puede resolverse con un libro o con los consejos y el aliento de un entrenador espiritual. Es verdad que muchos contratiempos y dificultades pueden solventarse así, pero no ignoremos que hay otro tipo de problemas, de más honda raíz y gravedad, que precisan de estricta ayuda profesional (y resulta una clara temeridad no recurrir a ella).

Dicho esto, sí puedo afirmar que la autoayuda sirve y que su catálogo de utilidades es bastante amplio y más diverso de lo que se suele creer: mueve a la reflexión, enfatiza el pensamiento, atrapa el lado positivo de las cosas, nos hace conscientes de lo que nos pasa, nos moviliza para encontrar soluciones, nos proyecta hacia el cambio y es una disciplina de uso general, aunque bien es cierto que tal vez un poco más indicada para quienes precisan de un pequeño estímulo que les ayude a encontrar el equilibrio, las ganas, la pasión… o quizá la vida que dejaron olvidada entre los pliegues de alguna decepción o revés.

Así que me gustaría que te regalases una oportunidad, esta oportunidad, de sentirte mejor y de crecer, de llevar la vida que quieres, de conseguir realizar tus deseos y de ser más feliz en la forma que elijas serlo. Y ojalá que lo logremos juntos. Nada me complacería más que encontrarme contigo más adelante y que me dijeras que este libro te sirvió de algo o de mucho y que algo en ti cambió para siempre con él.

Y lo que sí te puedo garantizar es que el que empiezas ahora será un viaje instructivo, pero también entretenido, porque el aburrimiento no conquista voluntades, solo desgana. Decía el director de cine estadounidense Howard Hawks: «Tengo diez mandamientos. Los nueve primeros dicen: ¡no debes aburrir!». En mi caso, el décimo también. 

Espero que no seas el mismo, sino alguien mucho más preparado y motivado, más compasivo y mejor; más confiado y equilibrado; más humano, valiente y persistente cuando termines de leer Frases para cambiar tu vida.

¿Partimos ya?



Extracto del libro:
Frases para cambiar tu vida
Ignacio Novo
Fotografía de internet