domingo, 4 de septiembre de 2022

EL HIPNOTIZADOR MUNDO DE LAS OPINIONES


¿Por qué debería hacer caso de mis opiniones si ninguna de ellas me dice la verdad?

¿Has observado alguna vez, de forma detallada, el mecanismo de la creación de una opinión? Y, sobre todo, ¿has observado sus efectos en ti y en lo que te rodea?

Sabemos que una opinión es una interpretación que da fe de nuestra versión de los hechos, y no una descripción fehaciente de la realidad. A pesar de ello, usamos las opiniones como herramientas descriptivas, con la intención de poder comprender lo que sucede y poder dar así una respuesta coherente ante ello.

Esta forma de responder al mundo a través de nuestro punto de vista implica que nuestra respuesta nunca se ciña a la realidad, sino a nuestra perspectiva personal, perdiendo, de este modo, toda coherencia. Otra forma de verlo sería darnos cuenta de que nuestras respuestas ante cualquier situación son simples réplicas de nuestra forma de ver las cosas. De ahí que nuestras decisiones y nuestros actos sean resultado de una previa interpretación personal de algo que en realidad no entendemos ni conocemos.

A esta forma de actuar la llamamos reaccionar, y al reaccionar, en lugar de crear comprensión, lo que hacemos es accionar nuestra incomprensión. Esto implica un nivel nulo de creatividad y un impedimento al conocimiento.

Una opinión nubla nuestra mirada a la hora de conocer lo que sucede ante nosotros, e incluso nubla la mirada interna que nos muestra quienes somos. No somos una opinión y la vida tampoco lo es. Sin embargo, nos seguimos relacionando los unos con los otros convulsivamente desde nuestras opiniones. ¿Adivinas por qué? Porque pensamos que sin ellas no podríamos vivir. Llegamos a ser tan arrogantes que pensamos que sin nuestras opiniones este mundo no tendría sentido.

Ahora bien, imagínate desprenderte en este mismo momento de toda opinión. ¿Puedes intuir tu estado mental? Muchas personas aún no ven la paz y la presencia que existe detrás de nuestra cortina de opiniones. Aún se percibe esta posibilidad de «libre de opiniones» como una seria amenaza a la cordura.

Vinculamos la pérdida del uso de la razón a un caos inminente, sin percatarnos de que en realidad esto es también una opinión. Esta última opinión acerca de la pérdida de opiniones es básica para los «opinadores» (Homo Sapiens Opinador), pues sin ella seríamos conscientes de nuestra profunda ignorancia. Eso nos degradaría de Homo Sapiens (hombre sabio) a Homo Insciens (hombre ignorante) y nuestro estado evolutivo actual de Homo Sapiens Arrogante no nos permitiría jamás dicha degradación.

Hoy en día, no saber nada aún es signo de desprestigio personal y de mucha inseguridad. Sin embargo, asumir nuestra ignorancia nos da pistas muy claras de dónde no se encuentra el conocimiento. En el hipnotizador mundo de las opiniones sólo existe el intento infructuoso de convertir interpretaciones imaginadas en hechos verdaderos.

Una opinión es un capricho selecto de la mente que lo usa para formar un punto de vista y desde él establecer su propia realidad. Desde nuestra realidad personal damos origen al resto de juicios y opiniones que se justifican unas a las otras dando un falso sentido a nuestras respuestas, comportamientos, actitudes y hábitos. Todo esto finalmente es usado para fabricar una identidad propia llamada «yo soy así», pero que no se sustenta en ninguna realidad estable. A esta identidad autofabricada a base de opiniones subjetivas la llamamos «yo».

El «yo» no es más que un mero punto de vista. Un anecdótico punto de vista rodeado de la vastedad infinita y eterna de la conciencia. No es de extrañar, entonces, que cuando vivimos afincados en nuestro «yo» eso incluya sentir soledad y aislamiento. No es de extrañar tampoco que desde nuestro «yo» necesitemos ser respetados, reconocidos, amados, encontrados, valorados. ¿Qué sentido tiene sostener y aferrarse a un punto de vista que para poder existir tiene que hacerlo de forma aislada y en contraposición a todo?

Es posible que al leer estas palabras tu mente ya haya opinado que opinar, entonces, debe de ser malo. Esto, de nuevo, es una reacción. También la llamamos el «más de lo mismo», y es en el mundo del «más de lo mismo» donde viven la mayoría de las culturas y sociedades de los últimos miles de años.

Lo que exponemos aquí, al igual que en el resto de este libro, no tiene la intención de que opines sobre ello ni de que cambies tus opiniones. Lo que opinas ahora no nos interesa para nada. Nos interesa el potencial creativo que escondes detrás de tus opiniones.

Fíjate que esto no es un menosprecio a tu manera de pensar personal. En realidad es un aprecio a tu potencial como ser universal. No es que estemos menospreciando la paja, sino que estamos apreciando el grano que, al ser una semilla, está llamado a dar fruto.

Dicho esto, puedes, si lo deseas, acompañarnos y descubrir tu potencial creativo que está llamado a viajar conscientemente dentro del mundo opinado y convertirlo en una vía de transformación profunda.

Observa y verás. Sin duda verás que detrás de cada sensación o emoción que sientes hay una opinión tuya generándolas. Una vez vistas, pregúntate si esta opinión acerca de esta persona o acerca de esta situación concreta es totalmente cierta. Luego puedes preguntarte, cómo viviría esto que sucede sin mi opinión, cómo vería a esta persona sin mi opinión.

Observa de nuevo y verás, también, que este tipo de autocuestionamiento pasa por alto lo que opinamos, porque su atención está puesta en la verdad y no en nuestra versión de la verdad. Fíjate como todo lo que pensamos tiene implícita la sensación de que es verdad por el mero hecho de que nosotros lo pensamos. A esto muchos lo han llamado seguridad en uno mismo, pero se llama arrogancia.

Esta modalidad de pensamiento está de moda desde hace ya unos miles de años. Y es extraño porque, a pesar de que ya caducó hace mucho, por alguna razón misteriosa seguimos prefiriendo vivir bajo este estilo mental. Esto se debe a su invisibilidad. La arrogancia suele ser invisible porque ella misma es un desenfoque, y al ser un desenfoque no permite ver con claridad. Es por eso por lo que los arrogantes no sabemos que lo somos. Fascinante ¿verdad?

Lo más interesante de este modo de pensamiento arrogante no es su desenfoque, sino su gran potencial de reenfocarse. De la arrogancia a la humildad sólo hay un paso de distancia y este paso es la honestidad. Sólo los humildes son conscientes de su arrogancia mental y la aceptan gustosamente debido a su gran honestidad. La honestidad es el final de la lucha contra uno mismo. El final del miedo a ver lo que uno ve de sí mismo con esa mirada desenfocada.



Extracto del libro:
¿Me acompañas?
Sergi Torres
Fotografía de Internet