En la circunferencia hay una danza, y en el centro hay simplemente una quietud absoluta.
La meditación no es sencillamente cerrar los ojos y sentarse en silencio. De hecho, en lo más profundo, cuando Buda está sentado en silencio bajo su árbol bodhi, sin moverse, en lo más hondo de su ser tiene lugar una danza... la danza de la conciencia. Invisible, desde luego, pero está ahí, porque nada permanece en reposo. «Reposo» es una palabra irreal; nada se corresponde con el reposo en la realidad.
Ahora bien, depende de nosotros: podemos convertir nuestra vida en una inquietud o en una danza. El reposo no está en la naturaleza de las cosas, pero podemos tener una inquietud muy caótica... eso es desdicha, neurosis, locura. O podemos ser creativos con esta energía; entonces la inquietud deja de ser inquieta. Se torna en algo suave y grácil, empieza a adquirir la forma de una danza y de una canción. Y la paradoja es que cuando el bailarín se halla totalmente inmerso en la danza, hay reposo... sucede lo imposible, el centro del ciclón. Pero el reposo no resulta posible de ningún otro modo. Cuando la danza es total, solo entonces acontece el reposo.
La ciencia no ha alcanzado a conocer ese reposo; por eso se dice que no hay nada en la realidad que se corresponda con la palabra reposo. Pero toda esta danza tiene un centro. No puede continuar sin un centro. La periferia es danza, la circunferencia es danza... para conocer el centro el único camino es convertirse en una danza total. Solo entonces, en contraste con la danza, uno cobra, de repente, conciencia de algo muy quieto v sereno.
Del libro:
DÍA A DÍA
OSHO
Día 98