Las personas que han creado el esquema mental de la permanencia se sorprenden cuando algo anda mal en su pareja, las toma por sorpresa y en contravía: “Jamás pensé que esto me pasara a mí”, “Creí que yo nunca me separaría”, “Me parece imposible”, “No lo puedo creer” o “No estaba preparado para esto”.
Acepto que cuando alguien se casa no debe hacerlo pensando en la separación; sería absurdo ser tan pesimista. Pero una cosa es el optimismo moderado y otra el pensamiento mágico. El realismo afectivo implica no confundir posibilidades con probabilidades. Una persona realista podría argumentar algo así: “Hay muy pocas probabilidades de que mi relación se dañe, remotas si se quiere, pero la posibilidad siempre existe. Estaré vigilante”.
Una persona ingenua se dejará llevar por la idea romántica de que ciertos amores son invulnerables e inalterables. La aterrizada puede ser mortal.
Del libro:
AMAR O DEPENDER
Walter Riso