viernes, 19 de abril de 2013

LA PEOR PERSONA DEL MUNDO


RECIBO MUCHAS CARTAS de la «peor persona del mundo».

A veces son de una persona que envejece y siente que ha perdido su vida. Otras veces se trata de una adolescente suicida que está pidiendo ayuda. Las personas me lo pasan así de mal pueden tener cualquier edad, forma o color, y lo que todas ellas tienen en común es que no sienten amor compasivo por sí mismas.

Recientemente me encontraba hablando con un hombre que conozco desde hace mucho tiempo. Siempre le había considerado una persona tímida y de buen corazón que dedicaba más tiempo que la mayoría a ayudar a los demás. Aquel día se sentía desalentado y sentía que no había esperanza para él. Tratando de tomarle un poco el pelo le pregunté: «Bueno, ¿no crees que en algún lugar de este planeta debe de haber alguien peor que tú?»

Respondió con una sinceridad desgarradora: «No. Si quieres saber lo que siento realmente es que no hay nadie tan malo como yo.»

Este encuentro me hizo pensar en una viñeta de Gary Larson que vi una vez. Dos mujeres están observando por la mirilla detrás de una puerta cerrada al monstruo que está al otro lado. Una de las señoras dice: 

«Cálmate, Edna. Sí que es un insecto gigantesco y apestoso, pero puede que sea un insecto gigantesco y apestoso que necesite ayuda.»

En el caso de muchos de nosotros, los que peor nos lo hacemos pasar somos nosotros mismos. Sin embargo, nunca es demasiado pronto o demasiado tarde para practicar el amor compasivo. Es como si tuviéramos una enfermedad terminal pero aún fuéramos a vivir cierto tiempo. Como no sabemos cuánto tiempo nos queda, empezamos a pensar que estaría bien reconciliarnos con nosotros mismos y con los demás en las horas, meses o años que nos queden. 

Se dice que no podemos alcanzar la iluminación, por no hablar de sentirnos felices y alegres, sin ver quiénes somos y lo que hacemos, sin darnos cuenta de nuestros patrones y hábitos. A esto se le llama maitri, a desarrollar la amistad incondicional y el amor compasivo hacia nosotros mismos. 

La gente suele confundir este proceso con la construcción o la mejora de uno mismo. Podemos estar tan pillados en ser buenos con nosotros mismos que no prestemos ninguna atención al impacto que ejercemos en los demás. Podemos pensar erróneamente que maitri es una forma de encontrar una felicidad duradera; como suelen prometer seductoramente los anuncios publicitarios, con maitri podríamos sentirnos bien durante el resto de nuestra vida. Maitri tampoco es darnos una palmada en la espalda y decirnos, «eres el mejor”, o «no te preocupes, cariño, que todo se va a resolver». Más bien es un proceso que expone el autoengaño tan cuidadosa y compasivamente que ya no hay máscara que nos pueda ocultar.

Del libro:
Cuando Todo Se Derrumba
Pema Chödron