Las creencias religiosas se heredan de generación en generación con una gran solemnidad, con un halo de misterio y con la consigna explícita o implícita de que no deben ser cuestionadas. Impartidas así, como verdades absolutas y sabiduría milenaria, despiertan en el individuo que las recibe, reverencia y respeto. “Si esto lo han repetido millones de personas por miles de años, debe ser verdad.” Esta es la conclusión a la que llega en su mente el pobre indoctrinado y empieza también a repetir como perico, sin entender.
Del libro:
"Heridas Religiosas"
Anand Dílvar