jueves, 10 de octubre de 2013

¡DESPROGRAMATE!


Cuando venía hacia aquí, en el avión, me dijeron: «Mira, ya salimos de la India, ahí está la frontera». Yo me asomé y por más que miraba no vi ni una línea, ni una barrera natural de separación. ¿Es que existen las fronteras en la naturaleza?. No están más que en nuestra mente. Toda tierra es de todos, y toda cultura no es más que ideas que nos separan. 

«Hubo un niño blanco que se perdió en la selva y se crió con una tribu con cultura distinta. Cuando creció se casó con una nativa de aquella cultura.

Ocurrió que una amiga de su mujer se le murió su marido en una guerra, y aquella noche, al pensar en su amiga sola, la mujer nativa le dijo a su marido blanco: Oye, me gustaría que fueses a consolar a mi amiga, que está sola, y como ya no tiene marido te acostases con ella. El marido, que recordaba aún rasgos de su cultura, se negaba horrorizado, pero al final complació a su mujer. Cuando volvió, la mujer le dijo: «Ya sabía que eras un buen hombre y 
yo ahora te quiero más, porque eres compasivo y me siento orgullosa de ti».



¡Qué bella su cultura, pero qué difícil de entender y seguir para 
nosotros!. No existe separación en las razas, sólo distintas culturas 
programadas en nuestras mentes. En la naturaleza no existen fronteras. El 
honor, el éxito y el fracaso no existen, como tampoco la belleza ni la fealdad, 
porque todo consiste en una manera de ver de tu cultura. Es lo cultural lo que 
provoca esas emociones ante el nombre de patria, raza, idioma o pueblo. Son 
distintas formas de ver que están programadas en nuestra mente. La patria es 
el producto de la política, y la cultura es la manera de indoctrinarte.


Cuando eres un producto de tu cultura, sin cuestionarte nada, te 
conviertes en un robot. Tu cultura, tu religiosidad y las diferencias raciales, 
nacionales o regionales te han sido estampadas como un sello y lo tomas como 
algo real. Te enseñaron una religiosidad y una forma de comportarte que no 
has elegido tú, sino que te vino impuesta desde fuera, antes de que tuvieses 
edad o discernimiento para decidir, y sigues así, con ella colgada, como una 
piedra al cuello.

Sólo lo que nace y se decide desde adentro es auténtico y te hace libre.
Lo que haces como hábito y que no puedes dejar de hacer porque te domina, te 
hace dependiente, esclavo de lo que crees, porque te lo han programado. Sólo 
lo que surge de dentro, lo analizas, lo pasas por tu criterio y te decides a 
ponerlo en práctica asumiéndolo, es tuyo y te hace libre.

Tienes que liberarte de tu historia y su programación para responder por 
ti mismo y no de personaje a personaje.

Lo mismo ocurre con lo que creemos amor y que no es más que un 
modelo cultural aceptado por la mente. No se puede vivir influenciado por el 
pasado. Lo menos que se puede hacer por el amor es ser sincero, tener claridad 
de percepción y llamar a cada cosa por su nombre. Ser capaz de dar la 
respuesta precisa sin engañar ni engañarte. Porque te amo te doy la respuesta, 
desde mi realidad, que te corresponde a ti y a tu realidad en este momento.
Más tarde no sé lo que puede ocurrir, y por ello no te hago promesas que no sé 
si podría cumplir.


Esto es lo menos que puedes exigirle al amor: sinceridad. La 
espiritualidad consiste en ver las cosas, no a través de cristales de color, sino 
tal como son. La espiritualidad ha de nacer de ti mismo; y cuanto más seas tú 
mismo, serás más espiritual.


Del libro:
La Iluminación es la Espiritualidad
Anthony de Mello