Para que haya una real relación intima Jorge Bucay menciona tres elementos fundamentales el amor, la atracción y la confianza, veamos que menciona sobre esta última parte.
La tercera pata de la mesa es la confianza y hablar de ella requiere la comprensión de algunos conceptos previos.
Hace muchos años, cuando pensaba por primera vez en estas cosas para la presentación del tema en las
charlas de docencia terapéuticas, diseñé un esquema que a pesar de no representar fielmente la realidad
absoluta (como todos los esquemas), nos permitirá espero, comprender algunas de nuestras relaciones con los
demás.
Digo que es justamente el manejo de la información que poseemos sobre lo interno y lo externo lo que
clasifica los vínculos en tres grandes grupos:
Las relaciones cotidianas.
Las relaciones íntimas.
Las relaciones francas.
En las relaciones del primer grupo, que son la mayor parte de mis relaciones, yo soy el que decido si soy
sincero, si miento o si oculto. Es mi decisión, y no las reglas obligadas por el vínculo, la que decide mi acción.
¿Pero cómo?. ¿Es lícito mentir?. Veinte años después sigo pensando lo que escribí en Cartas para Claudia:
el hecho de que yo sepa que puedo mentir es lo que hace valioso que sea sincero.
En las relaciones íntimas, en cambio, no hay lugar para la mentira. Puedo decir la verdad o puedo ocultarla,
pero por definición estas relaciones no admiten la falsedad.
¿Pero cual es la diferencia entre mentir y ocultar?
Ocultar, en el sentido de no decir, es parte de mi libertad y de mi vida privada. Y tener una relación íntima con
alguien no quiere decir terminar con mi libertad ni con mi derecho a la privacidad. Intimar con alguien no
significa que yo no pueda reservar un rinconcito para mi solo.
Si yo tengo una relación íntima con mi esposa, entonces es parte de lo pactado que no le miento ni me
miente. Supongamos que me encuentro con mi hermano y tengo una charla con el y por alguna razón decido
que no quiero contarle a Perla lo que hable con Cacho porque presumo, digamos, que a el no le gustaría. Es
obvio que es mi derecho no decirle lo que hablé con mi hermano si no quiero, porque pertenece a mi vida y en
todo caso a la de mi hermano. Pero cuando llego a mi casa, inocentemente mi esposa me dice: “¿De donde
venís?”. Tenemos un pacto de no mentirnos, no puedo contestarle: “Del banco”, porque eso sería falso.
Entonces le digo: “De estar con mi hermano”, deseando que no siga preguntando. Pero en el ejemplo ella me
dice: “Ah... ¿y que dice tu hermano?. No puedo decirle: “Nada”, porque sería mentirle. No puedo decirle: “No te
puedo decir”, porque también sería mentira (de hecho, como poder, puedo). Entonces ¿qué hago?. No quiero
contare y tampoco quiero mentirle. Con tengo una relación íntima con ella, un vínculo que permite ocultar pero
no mentir, entonces le digo, simplemente: “No quiero contarte”. Lo hablado con Cacho pertenece a mi vida
personal, y he decidido ocultar de que hablamos, pero no estoy dispuesto a mentir.
¿No sería mas fácil una mentirita sin importancia en lugar de tantas historia? ¿Algo como “el me pidió que no
lo contara” o “estuvimos hablando de negocios”?. Claro que sería mas fácil. Pero aunque parezca menor, esa
sola mentira derrumbaría toda la estructura de nuestra intimidad. Si vas a tomarte el derecho de decidir cuándo
es mejor una pequeña mentira, entonces nunca podré saber cuándo me estás diciendo la verdad.
En este nivel vincular yo no puedo saber si me estás diciendo toda la verdad, pero tengo la certeza de que
todo lo que me estás diciendo es verdad.
Respecto del último estrato, la franqueza, reservo este espacio para aquellos vínculos excepcionales, uno o
dos en la vida, que uno establece con su amigo o su amiga del alma. Un vínculo donde ni siquiera hay lugar
para ocultar.
Extracto del libro:
El Camino del Encuentro
Jorge Bucay