miércoles, 26 de marzo de 2014

TRANSACCIÓN NO COMERCIAL


Cuando en términos de intimidad hablo de confianza, me refiero a la certeza a priori de que no estás mintiendo. Puede ser que decidas no contarme algo, que decidas no compartir algo conmigo, es tu derecho y tu privilegio, pero no me vas a mentir, lo que decidas decirme es la verdad, o al menos lo que honestamente vos creés que es la verdad. Podés estar equivocado, pero no me estás mintiendo.

La confianza en una relación íntima implica tal grado de sinceridad con el otro, que yo no contemplo la posibilidad de mentirle.

Es importante acceder a este desafío: darse cuenta de que el amor, la atracción y la confianza son cosas que suceden o que no suceden. Y si no suceden, la relación puede ser buena, pero no será íntima y trascendente.

Siempre digo que la vida es una transacción no comercial, una transacción a secas donde uno da y recibe. La intimidad está muy relacionada con aquello que doy y aquello que recibo. Y esto algo que a veces cuesta aprender.

Hay gente que va por el mundo creyendo que tiene que dar todo el tiempo sin permitir que le den nada, 
creyendo que con su sacrificio están contribuyendo a sostener el vínculo. Si supieran lo odioso que es estar al 
lado de alguien que da todo el tiempo y no quiere recibir, se llevarían una sorpresa.

Creen que son buenos porque están todo el tiempo dando, “sin pedir nada a cambio”. Es muy fastidioso estar 
al lado de alguien que no puede recibir.

Una cosa es no pedir cosas a cambio de lo que doy y otra muy distinta es negarme a recibir algo que me dan 
o rechazarlo porque yo decidí que no me lo merezco. Muy en el fondo el mensaje es “lo que das no sirve”, “tu 
opinión no importa”, “lo tuyo no vale” y “vos no sabés”.

Hay que saber el daño que le hacemos al otro por negarnos a recibir lo que el otro, desde el corazón, tiene 
para darnos.

La transacción que es la vida permite la entrega mutua que es, por supuesto, un pasaporte a la intimidad.

Como en todas las mesas, cada pata es indispensable. Pero en la mesa de tres, la necesidad es mucho mas 
rigurosa.

En una mesa de cuatro patas, hasta cierto punto puedo equilibrar lo que apoyé en ella aunque falte una pata.

En las mesas de tres, en cambio, basta que una esté ausente o dañada para que la mesa y todo lo que 
sostenía se venga abajo.

No creo que todos los encuentros deban terminar siendo relaciones íntimas, pero si sostengo que 
sólo éstas le dan sentido al camino.

Extracto del libro:
El Camino del Encuentro
Jorge Bucay