El carácter transitivo del amor: «Tu alegría me alegra y tu dolor me duele»
Es el cara acara de cualquier relación normal. No únicamente compartes sexo, hijos, deudas o amigos, también intercambias estados de ánimo. Este flujo de ida y vuelta garantiza el equilibrio emocional y por eso es importante mantenerlo vivo y despierto: no sólo te comunicas verbalmente, tu cuerpo habla y transmite lo que sientes en cada gesto y cada postura. El asunto se complica cuando uno de los dos miembros de la pareja muestra, al menos, uno de los siguientes impedimentos: a) incapacidad de descifrar lo que el otro siente (analfabetismo emocional), y/o b) indiferencia, apatía o desgana ante los sentimientos del otro (indolencia amorosa). El buen amor requiere de cierto contagio, de una compenetración emocional afondo. ¿Cómo ignorar la felicidad o la tristeza del ser amado? Ni siquiera es un compromiso; simplemente ocurre si hay suficiente afecto, porque amar es abrir las compuertas y atravesar los umbrales: te pienso, te siento y establezco contacto contigo. Pero esta reciprocidad, básica e imprescindible, no siempre está presente. Hay sujetos egocéntricos a quienes les cuesta salirse de sí mismos y ponerse en el lugar de los demás: «Ni tu alegría me alegra ni tu dolor me duele».
«No es cosa mía», afirmaba una mujer al ver cómo su esposo se hundía cada vez más en la depresión. Le pregunté por qué no le dolía verlo sufrir y su respuesta fue: «¡Es que no tiene motivos serios para ponerse así!». Si tu pareja necesita que tu dolor esté bien «fundamentado», sea «objetivo» y «lógico» para preocuparse por ti y ayudarte, quizá no te ame. No digo que necesariamente haya crueldad, pero son demasiados requisitos para una conducta de ayuda/compasión que debería surgir de manera natural.
Llegas a tu casa y ves llorar a tu pareja, ¿acaso no te importa su dolor? ¡Qué más da que sea racional o irracional! Lo primero es socorrerla, estar allí, apoyarla.
Quizá te parezca que exagera y sientes que en su lugar tú no reaccionarías de igual modo, ¿y qué? ¿Acaso por eso su sufrimiento en ese momento es menor? Le duele igual, la perturba igual, por absurdo que pueda parecerte. Respáldala, y luego, cuando esté mejor y más tranquila, repasa junto a ella los porqués, los cómos y los cuándos. El «análisis» hazlo a posteriori. Decir que el dolor de la persona que amas no te importa porque es «estúpido» te hace estúpido.
Compasión (compartir el dolor) y congratulación (festejar la alegría) son dos emociones que deben estar presentes para que el amor pueda sentirse plenamente.
Nadie se resigna a la indiferencia: es preferible el dolor de la ruptura a un amor insensible.
Extracto del libro:
Manual Para No Morir de Amor
Walter Riso
Fotografía de internet