jueves, 6 de noviembre de 2014

VOLVER PARA AYUDAR


Hasta que no os veáis el viernes, haz la práctica de observar profundamente para identificar cuánto has colaborado en el conflicto. No eches toda la culpa a la otra persona, reconoce en primer lugar que la principal causa de tu sufrimiento es la semilla de la ira que hay en ti, y que la otra persona es sólo una causa secundaria.

Cuando empieces a comprender el papel que has desempeñado en el conflicto, te sentirás más aliviado. Como sabes respirar conscientemente, abrazar la ira que sientes y liberar tu energía negativa, después de haberlo practicado durante quince minutos te sentirás ya mucho mejor.

Pero la otra persona puede que siga viviendo en un infierno, puede estar sufriendo mucho.

La persona amada es tu flor, tú eres responsable de ella. Sabes que en parte eres responsable del estado en el que ahora se encuentra porque no has practicado, no has cuidado de tu flor.

Sientes compasión por ella y de pronto experimentas el deseo de volver y ayudarla. Esa persona puede ser alguien muy querido por ti. Si tú no la ayudas, ¿quién va a hacerlo?

En el momento que sientes el deseo de volver para ayudarla, sabes que la energía de la ira se ha transformado en la energía de la compasión. Tu práctica ha producido fruto. El compost, la basura, se ha transformado de nuevo en una flor. Quizá tardes quince minutos, media hora o bien una hora en hacer esta práctica, dependerá de tu nivel de concentración, de tu nivel de plena conciencia, y de la cantidad de sabiduría y visión que adquieras mientras efectúas la práctica.

Puede que sea sólo el martes y que aún os queden tres días para vuestra cita del viernes. Como no deseas que la otra persona se preocupe ni sufra más, después de haber reconocido que tú eres el responsable del conflicto, coges inmediatamente el teléfono y la llamas diciendo: «Cariño, ahora me siento muchísimo mejor. He sido víctima de una percepción errónea. He visto con claridad que he sido yo quien ha causado el sufrimiento de ambos. Por favor, no te preocupes por el viernes por la noche». Se lo dices movido por el amor que sientes por ella.

La mayor parte de las veces, la ira nace de una percepción errónea.

Si al observar la causa de tu sufrimiento descubres que la ira que sientes ha nacido de una percepción errónea, díselo a la otra persona en el acto. Ella no deseaba hacerte sufrir ni destruirte, pero de algún modo tú creíste que lo hacía.

Cada uno de nosotros debe practicar el observar a fondo las percepciones que tenemos, al margen de que seamos un padre, una madre, un hijo o el miembro de una pareja.

Extracto del libro:
LA IRA (El dominio del fuego interior)
Thich Nhat Hanh
Fotografía de Internet