viernes, 30 de junio de 2017

ANSHI







Érase una vez ... una suegra atroz, como sólo existen en los cuentos, injusta, áspera, cruel. Había acogido de mala gana a la esposa principal que su hijo había elegido. Anshi, sin embargo, era bella, demasiado quizá para el gusto de la madrastra. Hija de un señor de la corte que había tenido la mala suerte de disgustar al emperador y había caído en desgracia, la noble muchacha había tenido que casarse con un funcionario menesteroso. Conservaba muchos rasgos de su pasado esplendor: su larga cabellera, sus maneras delicadas, la gracia de su silueta, el nácar de sus mejillas, la elegancia de su porte. Pero a la odiosa suegra todo esto la traía sin cuidado y abrumaba a su nuera con tareas domésticas: cocinar, lavar, barrer... La infeliz trabajaba sin descanso a lo largo de todo el día, y como premio no recibía más que palabras hirientes: 





-Aquí no estás en la corte -vociferaba la arpía-. 





¡Has tenido mucha suerte de casarte con mi hijo, inútil, pretenciosa, desvergonzada! 





Anshi se callaba. En la época Heian20, el código japonés, en el capítulo «De los hogares», indicaba los diferentes motivos que justificaban el repudio de una esposa, es decir, su deshonor, su muerte social. Los dos primeros: la esterilidad y el adulterio; el tercero, que es el que nos interesa aquí: «La falta de piedad filial respecto a los suegros». 





Esta cláusula dejaba de hecho a la joven recién casada a la merced de su familia política, y de su suegra en particular. Señalemos, a título de información, otros tres motivos de repudio, que dan que pensar: 





Los celos. Recordemos que el marido, además de la esposa principal, tenía, según su fortuna y su categoría, varias esposas secundarias y concubinas a discreción, lo que no excluía las visitas regulares a las cortesanas. ¿Por qué su mujer debería estar celosa, en efecto? 





La charla (desmesurada). Es bien sabido que un hombre habla, explica, discurre ... , y que una mujer charla, parlotea, cotillea ... 





Y por último la enfermedad. ¿ Para qué puede servir una mujer enferma? Es mejor deshacerse de ella. 





Un día, mientras la bella y desgraciada Anshi cocía el arroz de la comida familiar, su suegra se encolerizó contra ella sin ninguna razón válida. La nuera pareció no hacer caso de sus crueles palabras, pero de pronto retiró del fuego un trozo de madera encendida y lo lanzó violentamente por la ventana; cayó por casualidad sobre un cordero que pasaba y le encendió la lana. El cordero, enloquecido, se puso a correr en línea recta y se arrojó sobre un pajar, que se incendió. Como aquel día hacía mucho viento, el fuego se propagó a los establos y las cuadras. Bueyes y caballos salvajes se escaparon, y en su estampida destruyeron la casa de un vecino. Éste, un hombre vengativo, se peleó con el propietario de los caballos, y así, poco a poco, de pueblo en pueblo y de provincia en provincia, la guerra se extendió como un reguero de pólvora y devastó todo el país. Esto es lo que puede engendrar la maldad de una suegra. 





Así lo cuentan de las cosas del pasado.





El Karma: la ley búdica de los efectos y las causas. El karma es el conjunto de nuestros actos físicos o mentales y el fruto que producen.





«El roce de un ala de mariposa cambia el curso de las estrellas».


Sentencia zen.












Extraído de:


La Grulla Cenicienta


Los más bellos cuentos zen


Henry Brunel


Fotografía del internet














ANSHI


Érase una vez ... una suegra atroz, como sólo existen en los cuentos, injusta, áspera, cruel. Había acogido de mala gana a la esposa principal que su hijo había elegido. Anshi, sin embargo, era bella, demasiado quizá para el gusto de la madrastra. Hija de un señor de la corte que había tenido la mala suerte de disgustar al emperador y había caído en desgracia, la noble muchacha había tenido que casarse con un funcionario menesteroso. Conservaba muchos rasgos de su pasado esplendor: su larga cabellera, sus maneras delicadas, la gracia de su silueta, el nácar de sus mejillas, la elegancia de su porte. Pero a la odiosa suegra todo esto la traía sin cuidado y abrumaba a su nuera con tareas domésticas: cocinar, lavar, barrer... La infeliz trabajaba sin descanso a lo largo de todo el día, y como premio no recibía más que palabras hirientes: 

-Aquí no estás en la corte -vociferaba la arpía-. 

¡Has tenido mucha suerte de casarte con mi hijo, inútil, pretenciosa, desvergonzada! 

Anshi se callaba. En la época Heian20, el código japonés, en el capítulo «De los hogares», indicaba los diferentes motivos que justificaban el repudio de una esposa, es decir, su deshonor, su muerte social. Los dos primeros: la esterilidad y el adulterio; el tercero, que es el que nos interesa aquí: «La falta de piedad filial respecto a los suegros». 

Esta cláusula dejaba de hecho a la joven recién casada a la merced de su familia política, y de su suegra en particular. Señalemos, a título de información, otros tres motivos de repudio, que dan que pensar: 

Los celos. Recordemos que el marido, además de la esposa principal, tenía, según su fortuna y su categoría, varias esposas secundarias y concubinas a discreción, lo que no excluía las visitas regulares a las cortesanas. ¿Por qué su mujer debería estar celosa, en efecto? 

La charla (desmesurada). Es bien sabido que un hombre habla, explica, discurre ... , y que una mujer charla, parlotea, cotillea ... 

Y por último la enfermedad. ¿ Para qué puede servir una mujer enferma? Es mejor deshacerse de ella. 

Un día, mientras la bella y desgraciada Anshi cocía el arroz de la comida familiar, su suegra se encolerizó contra ella sin ninguna razón válida. La nuera pareció no hacer caso de sus crueles palabras, pero de pronto retiró del fuego un trozo de madera encendida y lo lanzó violentamente por la ventana; cayó por casualidad sobre un cordero que pasaba y le encendió la lana. El cordero, enloquecido, se puso a correr en línea recta y se arrojó sobre un pajar, que se incendió. Como aquel día hacía mucho viento, el fuego se propagó a los establos y las cuadras. Bueyes y caballos salvajes se escaparon, y en su estampida destruyeron la casa de un vecino. Éste, un hombre vengativo, se peleó con el propietario de los caballos, y así, poco a poco, de pueblo en pueblo y de provincia en provincia, la guerra se extendió como un reguero de pólvora y devastó todo el país. Esto es lo que puede engendrar la maldad de una suegra. 

Así lo cuentan de las cosas del pasado.

El Karma: la ley búdica de los efectos y las causas. El karma es el conjunto de nuestros actos físicos o mentales y el fruto que producen.

«El roce de un ala de mariposa cambia el curso de las estrellas».
Sentencia zen.



Extraído de:
La Grulla Cenicienta
Los más bellos cuentos zen
Henry Brunel
Fotografía del internet




HOMBRES LIBRES






HOMBRES LIBRES


jueves, 29 de junio de 2017

PREGUNTAS Y RESPUESTAS 1







Si tienen alguna pregunta sobre la práctica de la consciencia plena las contestaré con mucho gusto ahora.





P: ¿Se ha enojado alguna vez? ¿Cuándo fue la última vez que se enojó?





R: Como ser humano llevo en mi la semilla del enojo, pero gracias a la práctica soy capaz de manejar mi enojo. Si el enojo se manifiesta en mi, sé como cuidarlo. No soy un santo—pero como sé practicar, ya no soy víctima de mi enojo.





P: ¿Cuánto se tarda en llegar a practicar con éxito?





R: No es cuestión de tiempo. Si lo hacen correctamente y con placer, pueden tener éxito rápidamente, pero si dedican mucho tiempo a practicar y no lo hacen correctamente, no consiguen nada. Es como la respiración consciente. Si la practican correctamente, la primera inhalación les puede aportar algo de alivio y alegría. Pero si no la practican correctamente, tres o cuatro horas no les traerán el efecto buscado. Es bueno tener un amigo, un hermano o una hermana que practique con éxito y les ayude y apoye.





También pueden hacerlo solos. Al inhalar, permítanse hacerlo en forma natural. Concentren toda su atención en la inhalación. Al exhalar, permítanse exhalar en forma normal. Limítense a tomar consciencia de su exhalación; no interfieran con ella. No usen la fuerza. Si se permiten inhalar y exhalar de forma natural y toman consciencia de su respiración, habrá mejoría en apenas quince o veinte segundos. Empezarán a sentir placer inhalando y exhalando.





En una ocasión dirigí un retiro en Montreal, Canadá. Después de la primera sesión de meditación caminando una mujer se me acercó y me preguntó “Maestro, ¿me darías permiso para practicar la meditación caminando con otras personas?” Desde su venida a este país hace siete años, no había conseguido caminar con tanta serenidad y paz como las que había experimentado al cabo de sólo una sesión de meditación caminando en el retiro. Le resultaba tan sanador, tan refrescante, que quería compartir esta práctica de caminar conscientemente con otras personas. “¿Por qué no?,” le dije. Esta mujer demuestra que al cabo de una hora de meditación caminando una persona es capaz de hallar alivio y alegría. Pero esto no se mide en tiempo. Ya se trate de respirar conscientemente, de caminar conscientemente, de comer conscientemente o de trabajar conscientemente, si perciben el efecto de inmediato y éste es placentero, la práctica es correcta.





P: ¿Cuánto tiempo debo dedicar a la práctica?





R: La clase de meditación que yo propongo se puede hacer en cualquier momento. Andando de un lugar a otro pueden practicar las técnicas del caminar con plena consciencia. Cuando hacen su trabajo pueden practicar trabajando con plena consciencia. Al tomar su almuerzo pueden practicar comiendo con plena consciencia. No hace falta que fijen una hora determinada para practicar; se puede practicar en cualquier momento del día.





Ahora bien, si la situación lo permite, pueden reservar una hora para hacer determinadas cosas—como despertar quince minutos antes para disfrutar de quince minutos de meditación sentados. O antes de dormir, incluso cuando hayan apagado las luces, se pueden sentar en la litera y dedicar quince minutos a respirar conscientemente. Como hay cosas que deben hacer con otras personas, quizá no sean capaces de hallar una hora específica para hacer lo que quieran hacer. Dependerá de lo creativos que consigan ser con su tiempo. Sin embargo, recuerden que la práctica está a su alcance en cualquier momento—incluso cuando están orinando o trapeando el piso.





Pueden trapear el piso como hombres libres o como esclavos—esto depende de ustedes. Aquí, todos deben hacer ciertas cosas, pero las pueden hacer como hombres libres. Pueden cultivar su libertad. Esto da mucha dignidad y todo el mundo se dará cuenta. Con la práctica son libres de verdad, independientemente de la situación en que se encuentren.





Les propongo que cada vez que vayan al aseo—cada vez que orinen, defequen, o que se laven las manos—inviertan el cien por cien de su ser en el acto. Detengan todo pensamiento; limítense a disfrutar haciéndolo. Puede ser muy placentero. En pocas semanas notarán los maravillosos efectos de esta práctica.









Extracto del libro:


Sea libre donde esté


Thich Nhat Hanh


Fotografía tomada de internet


PREGUNTAS Y RESPUESTAS 1


Si tienen alguna pregunta sobre la práctica de la consciencia plena las contestaré con mucho gusto ahora.

P: ¿Se ha enojado alguna vez? ¿Cuándo fue la última vez que se enojó?

R: Como ser humano llevo en mi la semilla del enojo, pero gracias a la práctica soy capaz de manejar mi enojo. Si el enojo se manifiesta en mi, sé como cuidarlo. No soy un santo—pero como sé practicar, ya no soy víctima de mi enojo.

P: ¿Cuánto se tarda en llegar a practicar con éxito?

R: No es cuestión de tiempo. Si lo hacen correctamente y con placer, pueden tener éxito rápidamente, pero si dedican mucho tiempo a practicar y no lo hacen correctamente, no consiguen nada. Es como la respiración consciente. Si la practican correctamente, la primera inhalación les puede aportar algo de alivio y alegría. Pero si no la practican correctamente, tres o cuatro horas no les traerán el efecto buscado. Es bueno tener un amigo, un hermano o una hermana que practique con éxito y les ayude y apoye.

También pueden hacerlo solos. Al inhalar, permítanse hacerlo en forma natural. Concentren toda su atención en la inhalación. Al exhalar, permítanse exhalar en forma normal. Limítense a tomar consciencia de su exhalación; no interfieran con ella. No usen la fuerza. Si se permiten inhalar y exhalar de forma natural y toman consciencia de su respiración, habrá mejoría en apenas quince o veinte segundos. Empezarán a sentir placer inhalando y exhalando.

En una ocasión dirigí un retiro en Montreal, Canadá. Después de la primera sesión de meditación caminando una mujer se me acercó y me preguntó “Maestro, ¿me darías permiso para practicar la meditación caminando con otras personas?” Desde su venida a este país hace siete años, no había conseguido caminar con tanta serenidad y paz como las que había experimentado al cabo de sólo una sesión de meditación caminando en el retiro. Le resultaba tan sanador, tan refrescante, que quería compartir esta práctica de caminar conscientemente con otras personas. “¿Por qué no?,” le dije. Esta mujer demuestra que al cabo de una hora de meditación caminando una persona es capaz de hallar alivio y alegría. Pero esto no se mide en tiempo. Ya se trate de respirar conscientemente, de caminar conscientemente, de comer conscientemente o de trabajar conscientemente, si perciben el efecto de inmediato y éste es placentero, la práctica es correcta.

P: ¿Cuánto tiempo debo dedicar a la práctica?

R: La clase de meditación que yo propongo se puede hacer en cualquier momento. Andando de un lugar a otro pueden practicar las técnicas del caminar con plena consciencia. Cuando hacen su trabajo pueden practicar trabajando con plena consciencia. Al tomar su almuerzo pueden practicar comiendo con plena consciencia. No hace falta que fijen una hora determinada para practicar; se puede practicar en cualquier momento del día.

Ahora bien, si la situación lo permite, pueden reservar una hora para hacer determinadas cosas—como despertar quince minutos antes para disfrutar de quince minutos de meditación sentados. O antes de dormir, incluso cuando hayan apagado las luces, se pueden sentar en la litera y dedicar quince minutos a respirar conscientemente. Como hay cosas que deben hacer con otras personas, quizá no sean capaces de hallar una hora específica para hacer lo que quieran hacer. Dependerá de lo creativos que consigan ser con su tiempo. Sin embargo, recuerden que la práctica está a su alcance en cualquier momento—incluso cuando están orinando o trapeando el piso.

Pueden trapear el piso como hombres libres o como esclavos—esto depende de ustedes. Aquí, todos deben hacer ciertas cosas, pero las pueden hacer como hombres libres. Pueden cultivar su libertad. Esto da mucha dignidad y todo el mundo se dará cuenta. Con la práctica son libres de verdad, independientemente de la situación en que se encuentren.

Les propongo que cada vez que vayan al aseo—cada vez que orinen, defequen, o que se laven las manos—inviertan el cien por cien de su ser en el acto. Detengan todo pensamiento; limítense a disfrutar haciéndolo. Puede ser muy placentero. En pocas semanas notarán los maravillosos efectos de esta práctica.


Extracto del libro:
Sea libre donde esté
Thich Nhat Hanh
Fotografía tomada de internet

CONOCIMIENTO DE DIOS






CONOCIMIENTO DE DIOS


miércoles, 28 de junio de 2017

MENTES JÓVENES






MENTES JÓVENES


¿PARA QUÉ PROFUNDIZAR?







«¿PARA QUÉ PROFUNDIZAR?» 


DE UN PENSAMIENTO SIMPLISTA A UN PENSAMIENTO COMPLEJO





«No hay mayor pecado que el de la estupidez.»


OSCAR WILDE





Hace poco tuve la posibilidad de conversar con un experto en neurociencia, que en sus treinta años de práctica profesional ha realizado infinidad de investigaciones y estudios sobre el funcionamiento profundo del cerebro y su estructura interna. La charla no fue muy fluida que digamos, porque en todos los temas que tocamos el hombre terminaba reduciéndolo todo al funcionamiento de las neuronas. Desde su punto de vista, el arte, la guerra o el amor no son otra cosa que el resultado de conexiones bioquímicas. El siguiente diálogo reproduce la parte final de nuestra conversación, cuando yo le pregunté sobre la ética y la influencia de la cultura:





—¿No cree que la cultura es la principal responsable de la ética o la moral?





—No habría cultura sin cerebro.





—Bueno, pero hay animales que tienen cerebro y no poseen una sociedad en el sentido amplio del término.





—El cerebro está más desarrollado en el ser humano.





—Pero estará de acuerdo conmigo en que «cerebro» y «cultura» interaccionan permanentemente, ¿o no?





—No puede haber nada sin cerebro.





—Sí, claro, y tampoco sin átomos ni moléculas, pero no creo que sea correcto explicar la maravilla de la Capilla Sixtina, sólo por poner un ejemplo, como un resultado de los postulados de la física cuántica... El arte requiere de un nivel  de análisis distinto. El cerebro está allí; es una condición necesaria pero no suficiente para explicar el fenómeno de la vida humana.





—Usted toca temas que no son mi especialidad. Le dejo el arte a los artistas; la psicología, si es que existe, a los psicólogos, y la economía, a los políticos. Yo estudio el cerebro...





—¿Y los valores?, ¿la mente?





—Los valores son la suma de procesos químicos y la mente es un invento de los que no han entendido el funcionamiento del cerebro.





—¿Y la espiritualidad?





—Se sabe que la manía es el resultado de alteraciones neuroquímicas de fondo.





—¿No cree que restringir la espiritualidad a una enfermedad mental es exagerado?





—Lo siento, pero no soy religioso; ésa no es mi área.





Nuestra despedida se redujo a un lacónico «hasta pronto» y un consejo que me dio con actitud paternal: «Le recomiendo acercarse al estudio de la neurociencia.» Temas como el altruismo, la amistad, la felicidad, el sentido de la vida y otros eran vistos por el catedrático como el resultado de un órgano. No era capaz de salirse de su esquema y reconocer la existencia de otras perspectivas complementarias. Nadie niega que el cerebro cumple un papel fundamental en la conformación del comportamiento humano, pero hay otras ciencias del hombre, como la antropología, la filosofía, la sociología o la psicología, que también tienen algo importante que decir al respecto.





Lo que quiero mostrar con este relato, más allá de las cuestiones técnicas, es la actitud simplista de una persona muy ducha en un tema, pero incapaz de completar y ampliar sus conocimientos con otras ciencias afines. Una de las dificultades de la mente rígida, como veremos a continuación, está en la incapacidad de integrar distintas perspectivas para llegar a conclusiones más totalizadoras.





(Aclaro que no tengo nada contra la neurociencia y que la gran mayoría de las personas que conozco de esa área hacen uso de una inteligencia abierta y flexible.)









Extracto del libro:




El arte de ser flexible




Walter Riso


Fotografía tomada de internet




¿PARA QUÉ PROFUNDIZAR?


«¿PARA QUÉ PROFUNDIZAR?» 
DE UN PENSAMIENTO SIMPLISTA A UN PENSAMIENTO COMPLEJO

«No hay mayor pecado que el de la estupidez.»
OSCAR WILDE

Hace poco tuve la posibilidad de conversar con un experto en neurociencia, que en sus treinta años de práctica profesional ha realizado infinidad de investigaciones y estudios sobre el funcionamiento profundo del cerebro y su estructura interna. La charla no fue muy fluida que digamos, porque en todos los temas que tocamos el hombre terminaba reduciéndolo todo al funcionamiento de las neuronas. Desde su punto de vista, el arte, la guerra o el amor no son otra cosa que el resultado de conexiones bioquímicas. El siguiente diálogo reproduce la parte final de nuestra conversación, cuando yo le pregunté sobre la ética y la influencia de la cultura:

—¿No cree que la cultura es la principal responsable de la ética o la moral?

—No habría cultura sin cerebro.

—Bueno, pero hay animales que tienen cerebro y no poseen una sociedad en el sentido amplio del término.

—El cerebro está más desarrollado en el ser humano.

—Pero estará de acuerdo conmigo en que «cerebro» y «cultura» interaccionan permanentemente, ¿o no?

—No puede haber nada sin cerebro.

—Sí, claro, y tampoco sin átomos ni moléculas, pero no creo que sea correcto explicar la maravilla de la Capilla Sixtina, sólo por poner un ejemplo, como un resultado de los postulados de la física cuántica... El arte requiere de un nivel  de análisis distinto. El cerebro está allí; es una condición necesaria pero no suficiente para explicar el fenómeno de la vida humana.

—Usted toca temas que no son mi especialidad. Le dejo el arte a los artistas; la psicología, si es que existe, a los psicólogos, y la economía, a los políticos. Yo estudio el cerebro...

—¿Y los valores?, ¿la mente?

—Los valores son la suma de procesos químicos y la mente es un invento de los que no han entendido el funcionamiento del cerebro.

—¿Y la espiritualidad?

—Se sabe que la manía es el resultado de alteraciones neuroquímicas de fondo.

—¿No cree que restringir la espiritualidad a una enfermedad mental es exagerado?

—Lo siento, pero no soy religioso; ésa no es mi área.

Nuestra despedida se redujo a un lacónico «hasta pronto» y un consejo que me dio con actitud paternal: «Le recomiendo acercarse al estudio de la neurociencia.» Temas como el altruismo, la amistad, la felicidad, el sentido de la vida y otros eran vistos por el catedrático como el resultado de un órgano. No era capaz de salirse de su esquema y reconocer la existencia de otras perspectivas complementarias. Nadie niega que el cerebro cumple un papel fundamental en la conformación del comportamiento humano, pero hay otras ciencias del hombre, como la antropología, la filosofía, la sociología o la psicología, que también tienen algo importante que decir al respecto.

Lo que quiero mostrar con este relato, más allá de las cuestiones técnicas, es la actitud simplista de una persona muy ducha en un tema, pero incapaz de completar y ampliar sus conocimientos con otras ciencias afines. Una de las dificultades de la mente rígida, como veremos a continuación, está en la incapacidad de integrar distintas perspectivas para llegar a conclusiones más totalizadoras.

(Aclaro que no tengo nada contra la neurociencia y que la gran mayoría de las personas que conozco de esa área hacen uso de una inteligencia abierta y flexible.)


Extracto del libro:
El arte de ser flexible
Walter Riso
Fotografía tomada de internet

LO QUE NO ES






LO QUE NO ES


martes, 27 de junio de 2017

REVELACIÓN DE LO DIVINO







Divinidad 


Búsqueda 


Revelación 


El yo





Lo divino está aquí, y nunca lo encuentras. Quien busca nunca encuentra.





Eso no quiere decir que no debas buscar. De­berás hacerlo en un comienzo; no hay otra vía. Al comienzo, debes buscar; debes buscar y ha­cer todos los esfuerzos que puedas. Sólo ha­ciendo todos los esfuerzos y transformándote en un fanático buscador, llegarás a darte cuen­ta de que sólo se producirá cuando tengas una mentalidad de no búsqueda.





A veces, mientras descanses, vendrá a ti. A veces, mientras duermas, se te presentará. A ve­ces, mientras camines por la calle, allí estará. A veces, mientras contemples el amanecer (sin hacer nada más que estar en una pasiva obser­vación), mientras mires el sol que se asoma o la luna que brilla en el lago en una noche fría, o una flor que abre sus pétalos, y tú no eres más que una conciencia pasiva... No es necesario nada de tu parte. Cuando una flor se abre, no necesita que la ayudes.





Hay gente tonta que tratará de ayudar. Des­truirán toda la belleza de la flor, y además la flor nunca se abrirá realmente. Aun si la fuerzas para que se abra, será una flor cerrada. No se produjo su florecimiento; fue algo forzado. Nunca florece algo a la fuerza. No es necesario que ayudes a que salga el sol. Hay gente que cree que se necesita su colaboración. Es gente que hace mu­cho daño, mucho daño, por suponer que su ayuda es nece­saria en todas partes.





En la vida real, donde la realidad se produce, no se re­quiere la ayuda de nadie. Pero es muy difícil resistir la ten­tación porque, cuando ayudas, sientes que estás haciendo algo. Al hacer algo, creas el yo. Cuando no haces nada, el yo no puede existir. En los momentos de inacción, el yo de­saparece. Contemplar un amanecer, ver cómo se abre una flor, mirar a la luna brillando sobre un lago helado, sin ha­cer nada... Y de repente te sucederá. Percibirás que toda la existencia está inundada por lo divino, que tu mismo alien­to es divino.





El viaje religioso comienza, pero nunca termina. Vienes a mí, caes en mí, desapareces, nunca llegas a ninguna parte. Pero en esa desaparición radica el encanto. Jamás se ha conocido otro encanto, no hay allí ningún otro encanto. ¡El encanto de la desapari­ción total! Tal como una gota de rocío desaparece en la mañana cuando sale el sol, o tal cotizo en la no­che brilla una lámpara de barro, viene un viento, y la llama se apaga, y aparece la oscuridad... La lla­ma ha desaparecido y no puedes encontrarla por ninguna parte: del mismo modo desapareces tú.









Referencia:


El dios de todos (Osho)


Un camino espiritual para descubrir a Dios


Fotografía tomada de internet


REVELACIÓN DE LO DIVINO


Divinidad 
Búsqueda 
Revelación 
El yo

Lo divino está aquí, y nunca lo encuentras. Quien busca nunca encuentra.

Eso no quiere decir que no debas buscar. De­berás hacerlo en un comienzo; no hay otra vía. Al comienzo, debes buscar; debes buscar y ha­cer todos los esfuerzos que puedas. Sólo ha­ciendo todos los esfuerzos y transformándote en un fanático buscador, llegarás a darte cuen­ta de que sólo se producirá cuando tengas una mentalidad de no búsqueda.

A veces, mientras descanses, vendrá a ti. A veces, mientras duermas, se te presentará. A ve­ces, mientras camines por la calle, allí estará. A veces, mientras contemples el amanecer (sin hacer nada más que estar en una pasiva obser­vación), mientras mires el sol que se asoma o la luna que brilla en el lago en una noche fría, o una flor que abre sus pétalos, y tú no eres más que una conciencia pasiva... No es necesario nada de tu parte. Cuando una flor se abre, no necesita que la ayudes.

Hay gente tonta que tratará de ayudar. Des­truirán toda la belleza de la flor, y además la flor nunca se abrirá realmente. Aun si la fuerzas para que se abra, será una flor cerrada. No se produjo su florecimiento; fue algo forzado. Nunca florece algo a la fuerza. No es necesario que ayudes a que salga el sol. Hay gente que cree que se necesita su colaboración. Es gente que hace mu­cho daño, mucho daño, por suponer que su ayuda es nece­saria en todas partes.

En la vida real, donde la realidad se produce, no se re­quiere la ayuda de nadie. Pero es muy difícil resistir la ten­tación porque, cuando ayudas, sientes que estás haciendo algo. Al hacer algo, creas el yo. Cuando no haces nada, el yo no puede existir. En los momentos de inacción, el yo de­saparece. Contemplar un amanecer, ver cómo se abre una flor, mirar a la luna brillando sobre un lago helado, sin ha­cer nada... Y de repente te sucederá. Percibirás que toda la existencia está inundada por lo divino, que tu mismo alien­to es divino.

El viaje religioso comienza, pero nunca termina. Vienes a mí, caes en mí, desapareces, nunca llegas a ninguna parte. Pero en esa desaparición radica el encanto. Jamás se ha conocido otro encanto, no hay allí ningún otro encanto. ¡El encanto de la desapari­ción total! Tal como una gota de rocío desaparece en la mañana cuando sale el sol, o tal cotizo en la no­che brilla una lámpara de barro, viene un viento, y la llama se apaga, y aparece la oscuridad... La lla­ma ha desaparecido y no puedes encontrarla por ninguna parte: del mismo modo desapareces tú.


Referencia:
El dios de todos (Osho)
Un camino espiritual para descubrir a Dios
Fotografía tomada de internet

DISCUSIONES VANAS






DISCUSIONES VANAS


lunes, 26 de junio de 2017

EL NOCHERO







Gonzalo Muñoz, cuya imagen de color sepia integra mi álbum de familia, había nacido para vivir de noche y dormir de día.





El pasaba las noches en blanco, velando fantasmas, pero durante el día siempre había mucho para hacer, de modo que no tenía más remedio que dormir de a pedacitos. Caía dormido en cualquier momento, y al despertar se confundía de hora, y a veces hasta de especie. Más de una vez don Gonzalo, que era búho, cantó como gallo, en plena tarde, saludando al amanecer desde la azotea, y esos errores suyos no caían nada bien en el vecindario.





En las reuniones sociales, estaba en plena charla y el sueño lo acometía. Entonces apoyaba el puño en el mentón, decía:





—Pues sí. Pues sí señor —y ahí nomás se desplomaba en la alfombra, dormido como piedra. Entonces alguna dama de la familia lo abanicaba, simulando desmayo súbito o ataque fulminante.





Una noche, don Gonzalo acudió al estreno de un drama en el teatro Solís de Montevideo. Era función de gala, elenco europeo. En el segundo acto, como tenía costumbre, don Gonzalo se durmió. Se durmió justo cuando el personaje principal, un marido de mal carácter, se estaba agazapando, pistola en mano, detrás de un biombo. Poco después, cuando la esposa infiel entró en escena, el marido saltó de su escondite y disparó. Los balazos voltearon a la pecadora y levantaron a don Gonzalo, que despertó súbitamente, se alzó en medio de la platea y, abriendo los brazos, exclamó:





—¡Calma, señores, calma! ¡No se asusten, no corran! ¡Que nadie se mueva!





Su mujer, sentada al lado, se escurrió hasta desaparecer en las profundidades de la butaca.









Tomado de:


Cuentos de Galeano en la Jornada


Eduardo Galeano


Fotografía de internet





EL NOCHERO


Gonzalo Muñoz, cuya imagen de color sepia integra mi álbum de familia, había nacido para vivir de noche y dormir de día.

El pasaba las noches en blanco, velando fantasmas, pero durante el día siempre había mucho para hacer, de modo que no tenía más remedio que dormir de a pedacitos. Caía dormido en cualquier momento, y al despertar se confundía de hora, y a veces hasta de especie. Más de una vez don Gonzalo, que era búho, cantó como gallo, en plena tarde, saludando al amanecer desde la azotea, y esos errores suyos no caían nada bien en el vecindario.

En las reuniones sociales, estaba en plena charla y el sueño lo acometía. Entonces apoyaba el puño en el mentón, decía:

—Pues sí. Pues sí señor —y ahí nomás se desplomaba en la alfombra, dormido como piedra. Entonces alguna dama de la familia lo abanicaba, simulando desmayo súbito o ataque fulminante.

Una noche, don Gonzalo acudió al estreno de un drama en el teatro Solís de Montevideo. Era función de gala, elenco europeo. En el segundo acto, como tenía costumbre, don Gonzalo se durmió. Se durmió justo cuando el personaje principal, un marido de mal carácter, se estaba agazapando, pistola en mano, detrás de un biombo. Poco después, cuando la esposa infiel entró en escena, el marido saltó de su escondite y disparó. Los balazos voltearon a la pecadora y levantaron a don Gonzalo, que despertó súbitamente, se alzó en medio de la platea y, abriendo los brazos, exclamó:

—¡Calma, señores, calma! ¡No se asusten, no corran! ¡Que nadie se mueva!

Su mujer, sentada al lado, se escurrió hasta desaparecer en las profundidades de la butaca.


Tomado de:
Cuentos de Galeano en la Jornada
Eduardo Galeano
Fotografía de internet

SIN PODER ENCONTRAR LAS PALABRAS







Dag Hammarskjöld, ex secretario general de las Naciones Unidas, lo dijo bellamente: "Dios no muere el día que dejamos de creer en una deidad personal. Pero nosotros morimos el día que nuestra vida deje de estar iluminada por el firme resplandor del asombro diariamente renovado, cuya fuente está más allá de toda razón". No tenemos por qué discutir por una palabra, porque "Dios" es sólo una palabra, un concepto. Nunca discutimos por la realidad; sólo discutimos sobre las opiniones, los conceptos, los juicios. Abandonen sus conceptos, abandonen sus opiniones, abandonen sus prejuicios, abandonen sus juicios y lo verán.





"Quia de deo scire non possumus quid sit, sed quid non sit, non possumus considerare de deo, quomodo sit sed quomodo non sit". Ésta es la introducción de Santo Tomás de Aquino a su summa theológica; "Como no podemos conocer lo que Dios es, sino lo que Dios no es, no podemos considerar cómo es Dios sino sólo cómo no es". Ya mencione el comentario de Tomás al libro de Boecio de Sancta Trinitate, en donde dice que el más alto grado de conocimiento de Dios es conocer a Dios como el desconocido. tamquan ignoyum. Y en su Questio Disputata de Pontetia Dei, Tomás dice: "Esto es lo máximo en el conocimiento humano de Dios - Saber que no conocemos a Dios". A este caballero lo consideraban el príncipe de los teólogos. era un místico, y hoy es un santo canonizado. estamos sobre terreno bastante firme.





En la India tenemos un dicho sánscrito para este tipo de cosa: "Neti, neti". Significa: "No es eso, no es eso". El método de Tomás se llamaba el de la vía negativa, el camino negativo. C.S. Lewis escribió un diario mientras su esposa estaba agonizando. Se llama Un dolor observado. Él se había casado con una mujer norteamericana a quien quería entrañablemente. Les dijo a sus amigos: "Dios me dio a los sesenta años lo que me negó a los veinte". Hacía muy poco que se habían casado cuando ella se murió dolorosamente de cáncer. Lewis dijo que toda su fe se había derrumbado, como un castillo de naipes. Él era el gran apologista cristiano, pero cuando el desastre lo golpeó, se preguntó: "¿Es Dios el padre amante o el gran vivisector?" ¡Hay una amplia evidencia para ambas posibilidades!. Recuerdo que cuando mi madre enfermó de cáncer, mi hermana me preguntó:





- Tony ¿Por qué permitió Dios que esto le sucediera a mamá?





Le dije:





- Querida, el año pasado se murieron de hambre un millón de personas en la China debido a la sequía y tú nunca te inquietaste.





A veces lo mejor que puede sucedernos es despertar a la realidad, que nos golpee la calamidad, porque entonces llegamos a la fe, como llegó C.S. Lewis. Él dijo que antes no había tenido dudas sobre la supervivencia de las personas después de la muerte, pero que cuando su esposa murió ya no estuvo seguro. ¿Por qué? Porque era sumamente importante para él que ella siguiera viviendo. Como ustedes saben, C.S. Lewis es el maestro de las comparaciones y las analogías. Él dice: "Es como una cuerda. Alguien le pregunta a uno:





-¿Esta cuerda resistirá el peso de sesenta y cinco kilos?





Uno responde:





- Sí.





- Bien, vamos a bajar a su mejor amigo con esta cuerda.





Entonces uno dice:





- Espéreme un momento, déjeme probar la cuerda de nuevo. Ahora ya no está tan seguro".





Lewis también dijo en su diario que no podemos saber nada sobre Dios y que incluso nuestras preguntas sobre Dios son absurdas. ¿Por qué? es como si una persona ciega de nacimiento le preguntara a uno: "¿ El color verde es caliente o frío?" Neti, neti, no es eso. "¿Es largo o corto?" No es eso. "¿Es dulce o es ácido?" No es eso. ¿Es redondo o cuadrado? No es eso, no es eso. el ciego no tiene palabras, no tiene conceptos, para un color del cual no tiene idea, no tiene intuición, no tiene experiencia. Usted sólo le puede hablar valiéndose de analogías. Pregunte lo que pregunte, usted sólo le puede decir: "No es eso". C.S. Lewis dice en alguna parte que es como preguntar cuántos minutos hay en el color amarillo. Todo el mundo podría tomar la pregunta muy en serio, discutirla, disputar sobre ella. Una persona sugiere que hay veinticinco zanahorias en el color amarillo, la otra persona dice: "No, diecisiete papas". Y de pronto están peleando. no es eso, no es eso.





Esto es lo máximo en nuestro humano conocimiento de Dios: Saber que no sabemos. Nuestra gran tragedia es que sabemos demasiado. Creemos que sabemos, ésa es nuestra tragedia; por eso nunca descubrimos. De hecho, Tomás de Aquino (él no es solamente un teólogo sino un gran filósofo) dice en repetidas ocasiones: "Todos los esfuerzos de la mente humana no pueden agotar la esencia de una mosca".









Extracto del libro:


Despierta (charlas sobre la espiritualidad)




Anthony de Mello


Fotografía tomada de internet