jueves, 10 de diciembre de 2020

VIVE EN LA ALEGRÍA, SIN POSESIONES, COMO LOS LUMINOSOS


Disfruta del mundo, del sol, las estrellas, las flores, el cielo, la tierra. Vive en la alegría y la paz, sin sentido de la posesión. No poseas. Usa, pero no poseas, porque el poseedor no puede usar. El poseedor en realidad es poseído por sus posesiones. Por eso hay tantos ricos que sufren, que llevan una vida miserable. Tienen todo el dinero del mundo, pero viven como pobres.

Hace unas décadas, el hombre más rico del mundo era el nizam de Haidebarad; era el más rico del mundo. Sus riquezas eran tan enormes que nadie ha sido capaz de calcular su cuantía. Sus arcas estaban llenas de diamantes, todo era de diamante. Incluso su pisapapeles era el diamante más grande del mundo; el Kohinoor tiene un tamaño tres veces menor que su pisapapeles.

Cuando murió, encontraron el pisapapeles en su zapato. No contaban los diamantes, porque había demasiados; los pesaban, pero no los contaban; sabían cuántos kilos había, pero no cuántos diamantes. ¿Quién podía contarlos? Todos los años subían los diamantes de los sótanos. El nizam tenía el palacio más grande de India, pero las terrazas no eran suficientes, porque extendían allí los diamantes para que les diera un poco el sol todos los años. Sin embargo, llevaba una vida miserable, como no se puede imaginar; incluso los mendigos viven mucho mejor.

Recogía los cigarrillos que se habían fumado otros, las colillas que habían tirado otros. Él no se compraba cigarrillos; recogía colillas y se las fumaba. ¡Qué tacaño! Durante cincuenta años usó la misma gorra, que estaba mugrienta y apestosa. Murió con esa gorra. Nunca se cambiaba de ropa, y se contaba que la poca ropa que tenía la compraba en un mercadillo de segunda mano donde vendían cosas viejas, usadas, podridas. No debía de haber zapatos más sucios que los suyos en el mundo entero, pero sólo se los remendaban de vez en cuando y nunca se compraba unos nuevos.

El hombre más rico del mundo viviendo en medio de tanta miseria… ¿Qué le había pasado? ¡La posesión! La posesión era su enfermedad, su locura. Quería poseerlo todo. Compraba diamantes por todo el mundo; allí donde hubiera diamantes, su agente los adquiría, sólo para tener cada día más. Pero los diamantes no se comen, y él comía la peor comida. Tenía tanto miedo que no podía dormir, por el temor constante a que se los robaran.

Por eso encontraron el pisapapeles, el diamante más caro que tenía, de un peso tres veces superior al de Kohinoor, en su zapato. Cuando agonizaba lo escondió allí para que nadie se lo robara; si no, el pisapapeles habría resultado demasiado visible. Incluso moribundo le preocupaba más el diamante que su propia vida. No era capaz de darle nada a nadie.

Esto es lo que les ocurre a las personas posesivas: no usan las cosas; son usadas por las cosas. No son los amos, sino los criados de sus cosas. Acumulan sin cesar y mueren sin haber disfrutado de lo que tenían.

Vive en la alegría, sin posesiones, como los luminosos. Vive como los Budas, que no poseen nada pero pueden usarlo todo. Hay que usar el mundo, no poseerlo. Como llegamos con las manos vacías y nos vamos con las manos vacías, no tiene sentido poseer nada. Ser posesivo es algo feo, pero se puede usar todo. Mientras estés vivo, usa el mundo; disfruta de todo lo que te ofrece el mundo y después vete sin mirar atrás, sin aferrarte a nada.

La persona inteligente usa la vida y la usa de una forma hermosa, estética, sensible. Así, el mundo le ofrece muchos tesoros. Jamás se ata a nada, porque en el momento en que te atas a algo te quedas dormido.

El vencedor siembra el odio porque el perdedor sufre. Abandona la victoria y la derrota y encuentra la alegría. ¿Cómo encontrar la alegría? Tienes que dejar que desaparezca la ambición; la ambición es la barrera. La ambición significa el viaje del ego: «Quiero ser esto, quiero ser lo otro… más dinero, más poder, más prestigio». Pero recuerda: «El vencedor siembra el odio porque el perdedor sufre. Abandona la victoria y la derrota y encuentra la alegría». Si quieres encontrar la alegría, olvídate de victorias y derrotas. La vida es un juego, un deporte. Juega bien, olvídate de ganar y perder.

El verdadero espíritu deportivo no tiene nada que ver con ganar o perder; eso no es lo que importa. El auténtico deportista, el auténtico jugador, disfruta participando. Si juegas para ganar, estarás tenso, angustiado. No te importa el juego en sí mismo, su alegría y su misterio, sino el resultado. Ésa no es forma de vivir en el mundo.

Vive en el mundo sin pensar en lo que va a ocurrir. Da igual que vayas a ganar o a perder. La muerte se lo lleva todo. Que ganes o que pierdas carece de importancia. Lo único que importa, y siempre ha sido así, es cómo has jugado el juego. ¿Lo disfrutaste, el juego en sí mismo? Entonces todo momento es un momento de alegría.


Bibliografía: 
Alegría: Osho
Fotografía tomada de internet