¿Sabes cómo se descubrieron las minas de diamantes en Sudáfrica? Es una historia muy interesante; la he leído hace algún tiempo. Un hombre blanco, sentado en la choza del jefe de una aldea de nativos, en Sudáfrica, vio como los chicos jugaban con cosas parecidas a bolitas. De pronto, su corazón se sobresaltó al darse cuenta de que, en realidad, eran diamantes. Recogió un par de ellos, . . . ¡diamantes! Entonces, le dijo al jefe de la aldea:
-¿Podría darme alguna de estas bolitas? ¡ Usted sabe! , tengo chicos en casa que también juegan a esta clase de juego, y las suyas son algo diferentes..
-¿Podría usted...?
A cambio, yo estaría dispuesto a darle una bolsa de tabaco.
El jefe rió y dijo:
- Mire, eso sería un abuso de mi parte, quiero decir, sería un verdadero robo aceptar su tabaco a cambio de estas cosas. Tenemos miles de ellas aquí.
Y le dio una canasta llena. Luego el blanco regresó a su país, volvió con mucho dinero, compró todas las tierras del lugar y en diez años fue el hombre más rico del mundo.
Esta historia real es como una parábola.
Reflexiono sobre mi propia vida y pienso: "¿Por qué la desperdicié?" ¡La desperdicie en toda clase de cosas maravillosas, ¡créeme!: ministerios pastorales, emprendimientos teológicos, servicios litúrgicos, etcétera. Nosotros, los sacerdotes, cuanto más ocupados, estamos en las cosas de Dios, más probable es que olvidemos lo que significa Dios, y más probable es que nos volvamos más complacientes. (¡Esa es la historia de Jesús!
¿Quiénes hicieron a un lado a Jesús? Los sacerdotes. ¿Quién más? la gente religiosa.)
Entonces, ahora pienso: "¡Desperdicié la vida! No tengo ni un minuto para arrepentirme. ¡Para qué perder siquiera un minuto en lamentar el pasado!" ¿No es así?
Pero el hecho es que la desperdicié.
Extracto del libro:
Redescubrir la vida
Anthony de Mello
Fotografías tomadas de Internet