jueves, 9 de enero de 2014

SABIO Y NECIO


¿Oye abuelito? ¿Cuál es la diferencia entre un sabio y un necio? 
-preguntó un niño a su abuelo mientras se dirigían a la banca de un parque para comerse un sabroso helado.

El buen anciano sonrió y mirando a su nieto le dijo:

Cuando el sabio comete un error dice: “Me equivoqué”, y corrige.
El necio responde: “No fue culpa mía” y busca responsabilizar a otros.

Ante la adversidad, el sabio piensa: “Algo he de aprender de esto”.
El necio grita: “¡Qué mala suerte! ¿Por qué a mí?”.

Ante los resultados no tan esperados de sus actos, el sabio afirma: “Depende de mí y con esto trabajo”.
El necio exclama: “Es la mala vibra de los otros”.

Frente al trabajo, el sabio lo asume pasionadamente y se entrega con dedicación.
El necio se queja: “¡Estoy muy ocupado, no tengo tiempo para nada!”.

El sabio enfrenta los desafíos.
El necio se evade diciendo: “Tengo otras cosas más importantes qué hacer”.

El sabio da su palabra y la cumple.
El necio promete, construye castillos en el aire, pero no hace nada.

Ante los retos, el sabio dice: “Puedo mejorar”.
El necio se justifica diciendo: “No soy tan malo como otros que conozco”.

El sabio escucha al otro, lo comprende y después responde.
El necio sólo piensa en que lo suyo es más importante.

Ante alguien que sabe más, el sabio lo respeta y busca aprender de él.
El necio siente envidia y piensa en los defectos que puede encontrarle.

Cuando hay complicaciones, el sabio busca una mejor forma de hacerlo.
El necio se conforma pensando: “Así se ha hecho siempre y no hay de otra”.

El niño escuchó con profunda admiración a su abuelo,
y cuando se terminaron su helado, le dijo:
“¿Sabes que veo abuelito?”
“Dime lo que ves”, -contestó el anciano.

“Que tengo un abuelito sabio”.