Aunque no hablásemos más de esta enseñanza concreta (la de los 8 dharmas mundanos), ya podríamos ver que muchos de los vaivenes de nuestro humor están relacionados con nuestra forma de interpretar lo que sucede. Si miramos de cerca nuestros cambios de humor nos daremos cuenta de que siempre hay algo que los pone en marcha.
Llevamos con nosotros una realidad subjetiva que activa constantemente nuestras reacciones emocionales. Alguien nos dice: «Eres viejo», y entramos en un estado mental concreto, nos sentimos felices o tristes, alegres o enfadados. Para otra persona la misma experiencia podría ser absolutamente neutral.
Hablamos, recibimos cartas, hacemos llamadas telefónicas,comemos, encontramos o dejamos de encontrar lo que buscamos. Nos despertamos por la
mañana, abrimos los ojos y van pasando cosas durante todo el día hasta que nos vamos a dormir. Durante el sueño también ocurren muchas cosas. A lo largo de toda la noche nos encontramos con la gente y los sucesos de nuestros sueños. ¿Cómo reaccionamos a lo que pasa? ¿Estamos apegados a algunas experiencias? ¿Rechazamos y evitamos otras? ¿Hasta qué punto estamos en manos de estos ocho dharmas mundanos?
Lo irónico del caso es que somos nosotros los que
despertamos los ocho dharmas mundanos, y lo hacemos
en reacción a lo que nos ocurre en el mundo. Los dharmas
no son nada concreto en sí mismos. Y lo que es todavía
más extraño es que nosotros mismos tampoco somos muy
sólidos. Nos formamos un concepto de nosotros mismos
que vamos reconstruyendo momento a momento, y
tenemos el reflejo de intentar protegerlo. Pero la idea
misma de protegerlo es cuestionable porque el concepto
que tenemos de nosotros mismos hace «mucho ruido y da
pocas nueces»; es como tratar de manejar una ilusión que
desaparece.
Puede que sintamos la necesidad de erradicar los
sentimientos de placer y dolor, de pérdida y ganancia, de
alabanza y culpabilidad, de fama y ofensa. Sin embargo,
otro planteamiento mucho más práctico es el de llegar a
conocerlos y ver cómo nos enganchan, ver cómo colorean
nuestra percepción de la realidad, ver que no son tan
sólidos. Entonces, los ocho dharmas mundanos se
convierten en el medio para hacernos más sabios, mejores
y más alegres.
Extracto del libro:
Cuando Todo Se Derrumba
Pema Chödron