Ningún pretendiente era lo suficientemente hermoso para ella.
Una noche, un poeta de aspecto horroroso se pegó un espejo sobre la cara y se fue a declamar bajo su balcón.
La bella apartó las cortinas de mala gana.
No escuchó el delicado poema pero percibió su propio reflejo en la máscara de plata.
- "Eres el hombre que esperaba.
Tu belleza me ha conquistado. Llévame, por favor", le suplico.
-"Serás mía a condición de que sacrifiques tus ojos", respondió él.
Sin dudarlo, la doncella hundió las uñas en sus pupilas.
Alejandro Jodorowsky
El Tesoro de la Sombra