En aquel alto picacho que emergía del océano, una piedra yacía al borde del abismo quién sabe cuántos milenios. Ahí nunca pasaba algo ni había nada que descubrir, pero bajo la superficie marina infinitos misterios se insinuaban. Cada vez que el mineral soñaba que era tragado por las olas, despertaba lleno de espanto. ¡Sería su perdición! Y ahí pasaba los años, lleno de aristas y capas de polvo. ¡De pronto un violento terremoto la desprendió de su cuenca, haciéndola despeñar! Su pesado cuerpo abrió el líquido con estallido estentóreo y luego la zambullida pareció no terminar jamás. A medida que caía, el agua fue disolviendo sus capas de mugre como si le arrancara pieles: ¡dolor! Las corrientes marinas la arrastraron por el fondo rocoso rompiéndole sus aristas: ¡más dolor! Un monstruo se la tragó. En el estómago del pez recibió el ataque de los jugos gástricos para, al cabo de eternidades, ser excretada en otras regiones. Esto disolvió su corteza y sirvió para alisar curvas. Por más que estuvo en sismos, tormentas, torrentes, intensos cambios de temperatura, nunca su estructura íntima cesó de resistir. Fue perdiendo el miedo, adquiriendo formas donde ni un grano interrumpía su suavidad, endureciéndose hasta la médula. ¡Una inmensa seguridad embargó cada átomo de su materia y tuvo la certeza de que nada podría hacerle mella! Por fin un maremoto la alzó y, oh milagrosa casualidad o sabio destino, la depositó en el mismo picacho que antaño fuera su desolada cuna. ¡Pero esta vez la piedra era una esfera perfecta con paredes como espejos, que reflejaban las nubes en sus incesantes cambios y la luz del sol que la convertía en astro y la oscuridad de la noche donde brillaban como ojos divinos las miradas de estrellas y, ahí, en la soledad total, esa pequeña tenía una vida plena porque en su cuerpo bailaba y cantaba el cosmos!
Guarda siempre tu íntima integridad y no temas a los embates de la vida! ¡Todo aquello que pierdes, nunca fue tuyo! ¡Llega a la esencial desnudez de tu mente y deja que las aves de rapiña se coman tus ilusiones, porque ellas se alimentan de veneno y tú de vida!
Alejandro Jodorowsky