Si hubiese un objeto, una doctrina que pudiera serte ofrecida, para apoyarte en ella o comprenderla, te sumiría en un estado de desconcierto y de externalismo. Es una especie de espaciosidad, sin nada a lo que aferrarse; es pura en cualquier lugar, una luz de penetrante claridad, cuya luminosidad impregna tanto el interior como el exterior.
Te-shan (fallecido en 867)
Las Enseñanzas del Zen